Un icono del teatro y la pintura en Chiapas

Karla Gómez Noticias

En el panorama cultural de Chiapas, México, el legado de Luis Alaminos Guerrero se erige como un faro indiscutible. Nacido en la localidad de Nerja, Málaga, España, el 29 de octubre de 1930, y fallecido en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en el año 2000, Alaminos se convirtió en un pilar fundamental para el teatro y las artes plásticas en la región.

La vida de Alaminos estuvo marcada por un periplo vital: huyendo de la Guerra Civil española, se trasladó a la República Dominicana y finalmente se estableció en la Ciudad de México. Allí forjó su camino en el arte, estudiando en el Instituto Luis Vives y posteriormente en la Academia de San Carlos, especializándose como maestro en artes plásticas.

Su travesía lo llevó el 21 de junio de 1953 a Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, donde su influencia se volvería trascendental. Trabajando con Antonio Montero, no solo montó obras teatrales, sino que se convirtió en un formador de directores escénicos que dirigirían grupos teatrales en el futuro. Su labor en instituciones como el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas (ICACH), posteriormente convertido en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), y su dirección del Grupo de Teatro del Estado dejaron una huella indeleble en la escena artística de la región.

En su vida personal, Alaminos compartió una asociación tanto familiar como artística con Marta Arévalo Osorio, con quien se casó y tuvo descendencia. Sus hijos, Marta Alaminos Arévalo, una arqueóloga reconocida, y Luis Enrique Alaminos Arévalo, un médico veterinario zootecnista, atestiguan su legado en diferentes campos.

Su impacto en el teatro fue inmenso, poniendo en escena alrededor de 80 obras a lo largo de casi 50 años. Desde clásicos shakesperianos como «Sueño de una noche de verano» hasta adaptaciones de narrativas de B. Traven como «Nadie es dueño de un burro», su impronta artística y su capacidad para llevar historias al escenario fueron insuperables.

Pero su influencia no se limitó al teatro. Como pintor, Alaminos se convirtió en un icono de la vida artística contemporánea de Chiapas. Su estilo de realismo expresionista, influenciado por su entorno y compromiso social, se refleja en sus obras: figuras alargadas, escenas de la vida cotidiana y seres mitológicos impregnados de tonos azules, una firma artística reconocible y única.

El 19 de marzo del año 2000, Chiapas y el mundo artístico perdieron a una de sus figuras más prominentes, pero su legado perdura. Las distinciones y premios que recibió, como el Premio Nacional de Teatro, el Premio Chiapas en Artes, y la Exposición-homenaje de su obra pictórica en Tuxtla Gutiérrez en 1998, atestiguan su influencia duradera en el mundo de las artes.

Foto: Cortesía.

Pie de foto: El legado de Luis Alaminos Guerrero se erige como un faro indiscutible.