Los floreros inician una peregrinación que dura siete días, es un arduo viaje que los lleva a las montañas cercanas en busca de esta flor sagrada

Karla Gómez NOTICIAS

Cada 14 de diciembre, el pueblo de Chiapa de Corzo vive un acontecimiento lleno de fe, devoción y tradición: la recolección de la flor de Niluyarilu, una costumbre que honra al Niño Florero.

Esta flor, de vibrantes colores, es el símbolo de una promesa cumplida, un legado que se transmite generación tras generación.

Los floreros inician una peregrinación que dura siete días, es un arduo viaje que los lleva a las montañas cercanas en busca de esta flor sagrada.

Este recorrido, que antes se hacía completamente a pie, hoy ha cambiado debido al aumento de participantes.

De los 40 a 60 floreros que solían caminar por los senderos, hoy son más de 500 quienes mantienen viva esta tradición, según explica don Tomás Nigenda, patrón de los niños floreros.

El ritual no solo es un viaje físico, sino también un viaje de fe. Cada 15 de diciembre, los floreros llegan con la flor de Niluyarilu a la iglesia de El Calvario, en Chiapa de Corzo, donde esta se coloca en el altar del Niño Florero.

“Venimos en busca de la flor para el Niñito Florero, le damos gracias por un año más y por permitirnos cumplir con nuestra promesa”, dice un joven florero, quien destaca la importancia de este acto para la identidad del pueblo chiapacorceño.

“Este legado de nuestros ancestros nos da identidad, y seguimos caminando con devoción hacia el Niño Dios”, agrega.

La caminata, que comienza con la salida hacia el Rodeo el 14 de diciembre por la tarde, continúa a través de un paisaje montañoso que pone a prueba la resistencia de los floreros.

Pero, a pesar de las dificultades, la satisfacción de cumplir con la tradición es lo que los impulsa.

“La importancia más que nada es para el Niñito”, afirma uno de los floreros. “Vengo por mi santo y por el Niñito Florero, pido por mis familiares, amigos y por mí”, expresa, reflejando el profundo vínculo espiritual que une a los floreros con la figura del Niño Florero, un símbolo de fe que trasciende generaciones.

Este acto de devoción y resistencia es un recordatorio de la riqueza cultural de Chiapa de Corzo, donde las tradiciones siguen vivas, adaptándose a los tiempos modernos pero manteniendo su esencia intacta.

El regreso de los floreros con la flor de Niluyarilu no es solo una promesa cumplida, sino también una muestra del poder de la tradición como la columna vertebral de la identidad de un pueblo.

Este año, como en los anteriores, los floreros regresan con el mismo fervor, y con el corazón lleno de alegría, orgullosos de seguir siendo los custodios de una de las tradiciones más representativas de Chiapa de Corzo. Un viaje que, aunque cada vez más desafiante, sigue siendo una expresión de amor, devoción y pertenencia.

Foto: Karla Gómez

Pie de foto: Este año, como en los anteriores, los floreros regresan con el mismo fervor, y con el corazón lleno de alegría, orgullosos de seguir siendo los custodios de una de las tradiciones más representativas de Chiapa de Corzo.