Un vínculo entre la antigua ciencia y la espiritualidad
Isabel Nigenda Noticias

Este 14 de octubre de 2023, el cielo de Mesoamérica presenciará un evento celestial excepcional: un eclipse solar anular. Este fenómeno, conocido como «Tonatiuh qualo» en lengua náhuatl y «Pa’al K’in» en maya, se traduce como «el Sol es comido» y «Sol roto», respectivamente. A pesar de las connotaciones de temor que los eclipses solares podrían haber evocado en la población prehispánica, los antiguos mesoamericanos desarrollaron un profundo conocimiento de estos eventos astronómicos.
El director del Centro de Investigación y Divulgación de la Ciencia de la Universidad del Tepeyac, Ismael Arturo Montero García, destaca la importancia de comprender la relación entre el conocimiento científico y la espiritualidad en la antigua Mesoamérica. Mientras que algunos escritos coloniales sugieren que prevalecía la superstición en la región, los mayas y otras culturas mesoamericanas eran, de hecho, observadores astutos del cielo y poseían la capacidad de predecir eclipses solares con un alto grado de precisión.
Montero García señala que los mayas eran particularmente hábiles en la observación astronómica. Su sistema de conteo de meses lunares y la llamada «cuenta larga» les permitieron realizar cálculos precisos relacionados con los eclipses. Un ejemplo de su conocimiento se encuentra en el Códice de Dresde, un manuscrito maya que contiene tablas y almanaques relacionados con los planetas visibles, así como intervalos de 177 o 148 días que se asocian con eclipses solares y lunares.
La base de esta capacidad de predicción radica en el hecho de que un eclipse solar solo puede ocurrir en una luna nueva, mientras que un eclipse lunar solo es posible en una luna llena. A partir de esta premisa, los mayas podían prever la llegada de un eclipse y realizar ajustes según fuera necesario.
En el caso de México, el próximo eclipse anular de Sol será visible en la península de Yucatán. La cuenta de 177 días entre un eclipse solar y otro se refleja en el Códice de Dresde. Este tipo de precisión y observación minuciosa sugiere que los antiguos mesoamericanos estaban interesados en la ciencia astronómica y no solo en la superstición.
Los mayas, en particular, tenían varios símbolos para representar eclipses solares en sus escritos. Uno de los ejemplos se encuentra en el Códice de Dresde, donde se muestra una banda celeste, el Sol, fémures (como símbolo de la muerte) y campos negro y blanco que se asemejan a alas de mariposa, denotando el ocultamiento.
Evidencia de eclipses solares antiguos también se encuentra en sitios arqueológicos de Mesoamérica. En la Estela 3 en Santa Elena Poco-Uinic, Chiapas, se registra un eclipse solar ocurrido el 16 de julio de 790 según la cuenta larga. En Xochicalco, Morelos, se repite una representación de una ocultación solar total en la Pirámide de las Serpientes Emplumadas, que tuvo lugar el 1 de mayo de 664.
La rica historia de Mesoamérica y su relación con los eclipses solares refleja un profundo entendimiento de la astronomía y una apreciación por la naturaleza cíclica de los fenómenos celestiales. Además, destaca la importancia de estos eventos en la vida y la religión de las antiguas civilizaciones de la región, que realizaban rituales para restaurar el curso regular del Sol tras un eclipse.
Foto: Cortesía.
Pie de foto: El eclipse solar anular de 2023 en Mesoamérica.