Carlos Sánchez NOTICIAS

La travesía por la Selva del Darién ha sido la experiencia más dura.

Migrantes recibieron el año entre la nostalgia por estar lejos de sus familiares y desesperados por recibir documentos para estar legales en territorio chiapaneco, para luego buscar continuar en su camino por el llamado sueño americano.
Ellos son Alexander y Luis, de 18 y 28 años de edad respectivamente, salieron de Caracas, Venezuela, el pasado 15 de septiembre y lograron llegar a nuestro país el pasado 9 de octubre, sin embargo, no han podido continuar con su camino, debido a que las autoridades de migración no les han otorgado sus documentos legales.
Alexander cuenta que tuvo que dejar su país natal debido a que su madre está enferma y la economía de su país no les permite tener acceso a un tratamiento médico adecuado, ni a alimentos y mucho menos a una calidad de vida, pero su caminar en nuestro país no ha sido fácil.
“Por el percance de la migración que nos hace sufrir, caminamos en caravana cuatro días y aquí estamos en Tuxtla, ya llevamos dos meses y estamos buscando el sueño americano porque esa es nuestra meta, a pesar de que la migración nos pone obstáculos y no nos deja avanzar”.
La historia de Luis no es tan diferente, explica que la situación económica precaria por la que atraviesa él y su familia, se vio obligado a salir de casa para buscar una mejor oportunidad de vida en Estados Unidos, sin embargo, la travesía ha sido difícil y más continuar detenido en nuestro país sin el apoyo de las autoridades.
“México me ha enseñado muchas cosas, he llorado mucho, he sufrido, necesito a mi familia y de verdad tengo una emoción tan grande que lo único que me queda es darle gracias a Dios y seguir adelante y que me de salud”.
Entre llanto, angustia y desolación, detallan que lo más complicado de su travesía es haber cruzado la Selva del Darién, pues fueron abusados sexualmente, ahí vieron morir a algunas personas por falta de alimento o por complicaciones de salud, sin que nadie pudiera hacer nada.
Aunque el escenario en México no es distinto, ya que han sido discriminados por su condición de migrante, no tienen trabajo y el Año Nuevo lo tuvieron que recibir sentados en una banqueta del centro de la ciudad, sin un plato de comida, pero sobre todo sin el calor de la familia, a quienes extrañan y esperan pronto cumplir la promesa del famoso sueño americano.