Así lo plantea Aurora Lucía Oliva Quiñones, autora del artículo Las morras (también) cantan ficción

Karla Gómez NOTICIAS

En un entorno sonoro donde las narrativas dominantes han sido históricamente masculinas, la figura de las féminas sonantes emerge como una fuerza que reconfigura, subvierte y crea. Así lo plantea Aurora Lucía Oliva Quiñones, etnomusicóloga y autora del artículo Las morras (también) cantan ficción. Narraciones desde el cuerpo, la voz y la palabra, publicado en la plataforma Sonus Litterarum. Inspirado en el álbum Las morras también hacen Tr444p de la artista Emjay, el texto analiza cómo las mujeres están tomando el control de sus propias ficciones sonoras, más allá del espectáculo, más allá del mainstream.
Aurora no habla solo de música. Habla de cuerpos, de afectos, de subjetividades que suenan y hacen sonar. Desde el reguetón hasta el trap, pasando por el pop o el hip hop, estas artistas no solo habitan el espacio musical: lo reinventan. Lo rearman. Lo convierten en una posibilidad de ser. Para Oliva, estas mujeres —productoras, compositoras, cantantes, artistas visuales— son hacedoras sonoras de mundos. Su voz no es solo una herramienta; es un gesto político, un acto de creación.
La noción de sujeción resonante, propuesta por la autora, parte de entender cómo la música afecta al cuerpo, transforma estados emocionales y, en consecuencia, modifica formas de estar en el mundo. Escuchar, entonces, no es un acto pasivo. Es una práctica política. A través de sus letras, sus decisiones creativas y la autonomía que muchas de ellas ejercen en la producción de sus obras, estas artistas disputan el sentido de lo que significa “ser mujer” en la escena musical.
Inspirada por Judith Butler, Aurora propone que el género no es una esencia, sino una actuación constante. Y en ese juego performativo, las féminas sonantes encuentran grietas para escapar de los mandatos que les han sido impuestos desde el nacimiento. No solo hacen música. Reescriben los códigos. Deciden. Producen. Ficcionan. Y en ese proceso, construyen una genealogía sonora para las que vienen.
“Han habido muchas más”, dice Aurora. Pero hoy, estas voces que suenan —y que suenan fuerte— están abriendo caminos. Caminos que no necesariamente dependen de la industria musical tradicional. Caminos que se forjan en la autogestión, en las plataformas digitales, en la complicidad entre mujeres que se reconocen en otras narrativas.
En la vibración de sus canciones resuenan otras formas de habitar el cuerpo, de nombrarse, de imaginar futuros. En sus mundos ficticios, tan verdaderos como las heridas que los inspiran, late una música que no solo se oye. Se siente. Se comparte. Y transforma.
Foto: Karla Gómez
Pie de foto: En la vibración de sus canciones resuenan otras formas de habitar el cuerpo, de nombrarse, de imaginar futuros.