Karla Gómez NOTICIAS

Un equipo interdisciplinario de arqueólogos y genetistas de México y Estados Unidos logró un avance sin precedentes en el estudio de restos humanos antiguos, al analizar el genoma de un infante hallado en la zona arqueológica de Paquimé, ubicada en Casas Grandes, Chihuahua. Este análisis reveló que el niño tenía un estrecho parentesco genético entre sus padres, posiblemente medio hermanos o tío y sobrina, lo que aporta nuevas pistas sobre las estructuras familiares y rituales sociales de esta civilización prehispánica.
El estudio, publicado en la revista Antiquity de la Universidad de Cambridge, fue firmado por investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), como José Luis Punzo Díaz, junto con especialistas de universidades como Harvard, Montana, Brigham Young y Nuevo México. La colaboración permitió, por primera vez, la extracción exitosa de ADN antiguo en la región, a pesar del daño que las condiciones climáticas del desierto suelen causar a los restos genéticos.
El esqueleto analizado fue descubierto en los años sesenta por el arqueólogo Charles DiPeso, en un área ceremonial conocida como la Casa del Pozo. Allí, bajo un gran poste ritual, y acompañado de una ofrenda de turquesas, se hallaron los restos de un niño de entre dos y cinco años. El cráneo del infante mostraba señales de un golpe letal intencional, lo que llevó a interpretar el entierro como un sacrificio ritual.
Este caso, registrado como Entierro 23-8, fue integrado al Proyecto de Investigación de Poblaciones Antiguas en el Norte y Occidente de México. Mediante modernas técnicas de secuenciación y análisis bioinformático, se confirmó que el individuo era masculino y pertenecía a linajes genéticos comunes entre poblaciones nativas americanas, especialmente cercanos a los actuales o’odham (pima) del suroeste de Estados Unidos.
El hallazgo más revelador del estudio fue la elevada homocigosidad (ROH) en el ADN del infante, lo cual indica que sus padres compartían entre un 25% y un 50% de su genoma, como ocurre en uniones de segundo grado de parentesco. Este dato sugiere que el niño pudo haber sido descendiente de una familia de elite que practicaba matrimonios consanguíneos, posiblemente para conservar el poder o estatus social dentro de la comunidad.
Los autores concluyen que el entierro, por su simbolismo, su riqueza material y su exclusividad, podría haber sido parte de un ritual de élite destinado a consolidar o exhibir el prestigio familiar en el apogeo de Paquimé, entre los años 1200 y 1450 d.C. Este estudio no solo amplía el conocimiento sobre prácticas culturales en el norte de México prehispánico, sino que demuestra el potencial de la genómica antigua para entender complejas dinámicas sociales del pasado.
Foto: Karla Gómez
Pie de foto: Los autores concluyen que el entierro, por su simbolismo, su riqueza material y su exclusividad, podría haber sido parte de un ritual de élite.