El libro fue escrito por el director del ITAC Alfredo Palacios Espinosa

Isabel Nigenda Noticias

Foto: Cotesía. Pie de foto: Alfredo Palacios Espinosa.

A veces o casi siempre, las buenas platicas, aquellas que se dan entre las risas de amigos, familiares o socios giran entorno de la comida de buena sazón, como las botanas, un tipo variado de snacks que constituyen el diverso y colorido menú de algunas cantinas que ofrecen a los comensales una experiencia festiva, gastronómica, de relajación y de olvido momentáneo de los percances de la vida cotidiana.

Hablando de botanas y cantinas, el libro “Los aguajes de ayer y hoy: Las cantinas de Tuxtla y otras ciudades”, escrito por Alfredo Palacios Espinosa, educador, director escénico y director del Instituto Tuxtleco de Arte y Cultura (ITAC) ofrece a los lectores “un relato festivo y alegre sobre las cantinas de Tuxtla. Las que hicieron historia de su paso por esta vida y las que actualmente ofrecen sus servicios y son acudidas por la botana y el ambiente”, de acuerdo a la sinopsis.

Mediante historias y anécdotas de clientes y cantineros, Alfredo Palacios invita al lector a realizar un recorrido por las cantinas ubicadas en Tapachula, Tonalá, Arriaga, Villaflores, Chiapa de Corzo, San Cristóbal de Las Casas y Tuxtla Gutiérrez.

En entrevista, el escritor mencionó que el libro surgió de la relectura de cinco artículos de la columna “Así andamos”, del periodista Antelmo Esquinca González, quien escribió acerca de las cantinas de su tiempo.

De la lectura, Alfredo Palacios sacó la conclusión de que debía sentarse a escribir acerca de los aguajes: “Entendiendo por aguajes los espacios donde la gente en los campos va a donde están las vertientes de agua ha saciar la sed y algunos acostumbraban a sentarse para comer lo que llevaban al campo”.

En el título del libro la palabra aguajes se ubica de manera simbólica entre el ayer y el hoy para hacer referencia de aquellas “cantinas que ya no son, pero que en su tiempo tuvieron fama, tuvieron mucho atractivo. Por lo general, estas cantinas dejaron de funcionar al fallecer el titular, el creador y los descendientes ya no tuvieron la misma inspiración, el mismo cuidado de la sazón de la botana y fueron cayendo y cerraron”, añadió.

Cerca de tres años le llevó al escritor reunir las historias, vivencias y recuerdos de clientes, extrabajadores y trabajadores de diversas cantinas. Algunas de las historias buscan dar al lector un retrato fiel de la venta de aquellas botanas que alcanzaron prestigio por la atención, la sagacidad e inteligencia del cantinero: “O de personajes como la figura que ilustra el libro que fue La Colocha, que fue un personaje atractivo por su ingenio, por su habilidad para tratar con los clientes”.

Hablando del ingenio del cantinero, el escritor señaló que entre las historias que se aglomeraron en su libro se encuentra “La viruta, quien era un carpintero que se le ocurrió que mientras esperaban sus clientes los muebles invitarles trago. Fue así que se dio cuenta que aquel acto le resultaba mejor negocio que la carpintería. Lo significativo y original era que él daba entre la botana los tamales que preparaba su mamá”, compartió.

Para quienes nos preguntamos por la importancia de la existencia de lugares como las cantinas, en el capítulo: ¿Por qué sobreviven los aguajes?, el escritor escribe: “En suma las cantinas sirven para convivir, reír o reencontrarse con los afectos. En estos espacios se fortalece la amistad y hasta se cierran pactos o acuerdos comerciales. En las cantinas la plática es fluida, se oyen los mejores cuentos, se compone el mundo o se evalúa a los políticos del momento. En estos lugares te enteras de las últimas noticias o escuchas la canción que te trae recuerdos de tiempos idos. Te desinhibes, porque te sientes identificado con el otro”.