María Valera, artista plástica autodidacta originaria de Tapachula, ha convertido su obra en un acto de memoria y denuncia

Karla Gómez NOTICIAS

En Chiapas, hay historias que no caben en los libros de texto, pero sí en los lienzos. Historias contadas no con palabras, sino con colores, símbolos y miradas. María Valera, artista plástica autodidacta originaria de Tapachula, ha convertido su obra en un acto de memoria y denuncia. Feminista, activista y profunda conocedora de su tierra, Valera utiliza la pintura como un lenguaje para decir lo que a veces cuesta nombrar.

En su más reciente exposición Entre tejidas, presentada en el Museo Regional de Chiapas, reunió 53 obras en las que la protagonista es siempre la mujer chiapaneca. Mujeres que cargan no solo el color de sus ropas tradicionales, sino el peso de las ausencias, los silencios y las luchas de generaciones enteras.
“Conforme te vas adentrando en Chiapas, te vas dando cuenta de la cantidad de cosas que tenemos en el estado y todo lo que implica la cosmovisión distinta de cada región y de cada manera de ver”, explica Valera. Ese descubrimiento constante es el que mueve su pincel: una búsqueda por rescatar lo que se pierde en el olvido, como los lenguajes indígenas que desaparecen, los símbolos escondidos en la vestimenta o los rituales de carnavales donde las mujeres son excluidas.

Su trabajo no es una pintura costumbrista, sino una pintura que incomoda y cuestiona. Sus cuadros hablan de violencia de género, pero sin recurrir al golpe directo. Prefiere la metáfora: aves heridas, agujeros en los fondos como impactos invisibles, miradas que dicen lo que las bocas callan. “Aunque hablan de violencia hacia las mujeres, no vas a encontrar sangre. Pero hay todo un contexto alrededor que te está hablando de eso: de lo que tenemos, de lo que escondemos, de lo que hace falta cuestionar”.
El regreso de María Valera a Chiapas fue también un regreso a sí misma. Después de vivir fuera del estado y enfrentar la pérdida de su esposo, encontró en la pintura al óleo una vía para comunicarse con su nieto durante la pandemia. Pero esa conversación íntima se transformó en un diálogo con toda una comunidad.
Cada pincelada es un acto político y amoroso. En sus lienzos habitan flores, aves, colores intensos, fauna y flora chiapaneca, pero también habitan preguntas: ¿qué olvidamos? ¿A quiénes dejamos fuera de la historia? ¿Qué heridas seguimos cubriendo con silencio?

Las obras de María Valera son un recordatorio de que Chiapas no solo es paisaje, sino memoria viva. Son una invitación a ver lo que no siempre queremos mirar: las historias de resistencia, de dignidad y de identidad que siguen latiendo en cada rincón del estado.
Porque a veces, el arte no solo es belleza: es memoria, es reclamo y es futuro.
Foto: Karla Gómez
Pie de foto: Las obras de María Valera son un recordatorio de que Chiapas no solo es paisaje, sino memoria viva.