Daniela Grajales NOTICIAS

Los árboles de matilisguate abren la temporada con sus flores moradas que se pueden ver desde lejos en cualquier parte de la ciudad. – Foto: Daniela Grajales

La primavera en Tuxtla Gutiérrez no empieza a finales de marzo, se da en plena temporada invernal. En época de seca es que la ciudad se convierte en un espectáculo florido.
Los árboles de matilisguate abren la temporada con sus flores moradas que se pueden ver desde lejos en cualquier parte de la ciudad.
De ahí vienen los de sospó, que son tan bellos como efímeros, su floración es solo de unas seis a ocho semanas y se da entre febrero y marzo.
También al mismo tiempo aparecen los árboles de cupapé, que a veces pasan inadvertidos porque son algo tímidos, pero de una belleza sin igual, además, de que con su fruto se hace uno de los dulces más tradicionales y deliciosos de Tuxtla.
Cada vez menos, pero insistentes están los árboles de cuchunuc, y de los que se preparan unos tamales horneados que son representativos de la gastronomía zoque.
Los que tardan casi toda la temporada son los de flor de mayo, que según documentó Faustino Miranda se hacía también en dulce.
Los árboles de primavera son los más llamativos porque pintan la ciudad de amarillo. Su presencia empieza desde inicios del año y llega hasta abril.
Todos estos árboles son nativos de Tuxtla, eso no quiere decir que no existan en otros lugares. Pero, acá se dan en todo su esplendor, crecen con facilidad en este clima caluroso. Se dan en tiempo de seca y se van cuando empieza la lluvia.
Los árboles de flamboyant, que son exóticos, son los que cierran la temporada en el mes de mayo y llegan hasta junio.
Durante cinco meses, Tuxtla se convierte en un espectáculo florido. Pasa del morado del matilisguate y cuchunuc, al rosa mexicano del sospó, a los colores caprichosos de la flor de mayo que a veces es blanca y luego se pinta también de rosada, el amarillo de los árboles de primavera y el color naranja del cupapé y el flamboyant.
Tuxtla Gutiérrez a diferencia de otras ciudades del propio estado fue un lugar habitado desde la época prehispánica. Roberto Ramos Maza considera que esta floración no pasó inadvertida en aquella época, muestra de ello es el uso de las flores en los rituales que aún se conservan, aunque algunos de ellos ya modificados.
En la capital del estado se sigue usando el somé, los joyonaques, las ensartas de flor de mayo, que son elementos de ofrenda realizados con flores.