Maestro artesano que ha dedicado su vida a preservar y renovar esta tradición

Karla Gómez NOTICIAS

En la comunidad de Plateros, San Felipe del Progreso, en el Estado de México, el arte de la joyería mazahua continúa brillando a través de las manos de Wilibaldo García Tomás, maestro artesano que ha dedicado su vida a preservar y renovar esta tradición ancestral. Para él, cada pieza que diseña y elabora no solo es un objeto ornamental, sino una extensión de sí mismo. «Al trabajo le ponemos todo nuestro amor para lograr piezas únicas que las personas portan con gran orgullo», comenta en entrevista.

La joyería mazahua, caracterizada por sus complejos diseños de filigrana, elementos naturales y simbólicos como flores y animales, es un oficio que requiere paciencia y destreza. Wilibaldo describe cómo el proceso comienza con la fundición de la plata, que se adquiere en granalla (.999), y se trabaja en su taller familiar. «Una vez que se funde la plata, la estiramos con laminadoras manuales para obtener el calibre deseado. Luego, cincelamos y cortamos para posteriormente repujar y soldar según sea necesario, además de adherirle la filigrana», explica.

Este meticuloso proceso, que involucra varias etapas de trabajo manual, convierte a cada pieza en algo irrepetible. La plata, que adquiere en Ciudad de México, es aleada con cobre para trabajarla en las leyes .925 y .950, las más comunes en joyería fina. Entre las piezas más solicitadas por su clientela se encuentran los aretes, arracadas tradicionales mazahuas y collares. Los anillos, dice, requieren un tratamiento especial, ya que deben ser hechos a la medida, lo que añade un nivel de complejidad adicional.

Aunque el trabajo es arduo, la satisfacción para Wilibaldo llega al ver cómo sus creaciones son valoradas tanto en México como en el extranjero. “No hay nada más satisfactorio que el reconocimiento que nos dan cuando portan nuestras piezas”, dice. Sin embargo, como en muchos oficios artesanales, el desafío no solo reside en la creación, sino en la comercialización. «Es aquí donde viene lo bueno, el salir a vender a espacios donde valoren el trabajo que conlleva la elaboración de nuestras piezas», comenta, subrayando la importancia de participar en ferias y exposiciones para promover su arte.

Wilibaldo García aprendió este oficio de su padre, Gregorio Silvestre García Ruiz, un reconocido joyero mazahua cuyo legado está inscrito en el Libro de los Grandes Maestros del Arte Popular Mexicano. Durante 12 años, Wilibaldo se formó bajo su tutela, pero la vida lo llevó a buscar otros caminos en la Ciudad de México. A su regreso a Plateros, observó con tristeza que el oficio se había casi extinguido en su comunidad, sobreviviendo solo en las manos de sus padres hasta la década de los setenta, cuando el gobierno estatal impulsó su rescate.

Hoy en día, Wilibaldo García Tomás ha trazado su propio camino, alcanzando importantes reconocimientos en el ámbito del arte popular mexicano. Fue galardonado con el Segundo Lugar Nacional en el Gran Premio de Arte Popular 2021 y el Tercer Lugar Nacional en la edición de 2022, un reflejo del talento y dedicación con los que continúa revitalizando y elevando la joyería mazahua a nuevos horizontes.

El trabajo de Wilibaldo no es solo una labor artesanal, es un acto de preservación cultural y una muestra del valor que las tradiciones tienen para las comunidades indígenas. A través de sus piezas, mantiene viva la memoria de su pueblo y su herencia, mientras crea joyas que llevan consigo un pedazo de la historia mazahua.

Foto: Cortesía

Pie de foto: El trabajo de Wilibaldo no es solo una labor artesanal, es un acto de preservación cultural.