Karla Gómez NOTICIAS

Este viernes falleció en París a los 81 años el reconocido fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, dejando tras de sí un legado insustituible en la historia de la fotografía documental y el fotoperiodismo. Su muerte fue confirmada por el Instituto Terra, organización ambiental que fundó junto con su esposa, Lélia Wanick y la Academia de Bellas Artes de Francia. Diversas fuentes apuntan a que la causa fue una leucemia, secuela de la malaria que padeció años atrás.
Salgado no sólo fue un maestro de la imagen: fue un testigo incansable de la condición humana. A lo largo de más de cinco décadas, su lente capturó con crudeza y dignidad las tragedias silenciosas de nuestro tiempo: el dolor de los refugiados, el sufrimiento de los desplazados por guerras y hambrunas, la brutalidad del trabajo en minas y campos, y las migraciones forzadas por la injusticia. Su obra fue un espejo que obligó al mundo a mirar aquello que prefería ignorar.
“Espero que la persona que entre a una de mis exposiciones no sea la misma al salir”, decía con frecuencia. Esa frase resume el espíritu de su trabajo: conmover, despertar conciencia y transformar al espectador.
Su cámara lo llevó a más de 130 países, desde los hielos implacables de Siberia y la Antártida, hasta los paisajes abrasadores del desierto de Kuwait durante la Guerra del Golfo, donde perdió gran parte de su audición por las explosiones de los pozos petroleros incendiados. A pesar de los riesgos, nunca dejó de mirar de frente el sufrimiento, ni de buscar belleza incluso en los entornos más hostiles.
Hace apenas unos meses, en febrero, visitó México para presentar su exposición Amazonia en el Museo Nacional de Antropología, una muestra que reunió a más de 170 mil personas. Fue una de sus últimas apariciones públicas, y con ella reafirmó su compromiso con el planeta y sus pueblos originarios, al documentar la selva amazónica y sus comunidades con una sensibilidad que pocas veces se ha visto en la fotografía contemporánea.
Con la muerte de Sebastião Salgado, el mundo pierde no solo a un fotógrafo extraordinario, sino a una conciencia ética, a un cronista visual de la humanidad que usó la luz no para embellecer, sino para denunciar, para conmover y para recordar que todos estamos conectados por un mismo destino.
Foto: Cortesía
Pie de foto: Su cámara lo llevó a más de 130 países.