“3 días, 3 años”, de Florencia Gómez Sántiz, forma parte de la Sección de Cortometraje Mexicano Documental de la 20º FICM

Isabel Nigenda
Noticias

El cortometraje “3 días, 3 años”, de Florencia Gómez Sántiz, forma parte de la Sección de Cortometraje Mexicano Documental de la edición número 20 del Festival Internacional de Cine de Morelia (20º FICM).
De acuerdo a la sinopsis, el cortometraje narra la historia de Elena, una mujer tsotsil de San Andrés Larraínzar, Chiapas, quien es desafiada por los usos y costumbres de su pueblo al ser nombrada Síndica municipal por plebiscito, una asamblea comunitaria netamente masculina. Como autoridad, nos introduce a la complejidad del sistema de organización sociopolítico de los sanandreseros en el que la práctica tradicional de la masculinidad comienza a cuestionarse durante el ejercicio del cargo por una mujer.

En entrevista, la cual estará divida en dos entregas, Florencia Sántiz manifestó estar contenta por compartir su cortometraje en un espacio como el Festival, ese lugar le permitirá conocer a otros creadores enfocados en la creación y producción de imágenes cinematográficas que proceden de otras latitudes, cuyas temáticas considera son necesarias para con el proceso de formación, de creación y así generar propuestas que dan como resultado trabajos de calidad y con impacto.

“Estoy muy emocionada que hayamos logrado terminar la película, después de pasar por grandes retos, también estoy agradecida con todas, todos, con Elena, el equipo, el pueblo de Larráinzar, estar en sus espacios y rituales para grabar, por todo esto y más, me parece que es una película que tocará a muchas mujeres sin importar nuestros orígenes, es necesario que otros públicos puedan entender la realidad de las mujeres originarias y los retos que tienen que afrontar al ocupar un puesto en un mundo con predominancia masculina donde las tradiciones se siguen conservando”, añadió.

«3 días, 3 años»

Durante la entrevista, la creadora comentó que la película ha cobrado en su vida varios matices significativos, los cuales van desde su identidad, su origen, sus cambios, contradicciones, su sentir y pensar.

“Es y ha sido hasta el momento una escuela completa para mí, me enseñó a trabajar en equipo, eso también te llena mucho como persona, y a nivel profesional. Hacer un documental es como volver a estudiar una licenciatura o una maestría, es una escuela donde no solo lo teórico era relevante, sino también la práctica, lo cual me permitió vivir cambios, confrontarse con mi propia idea o en ocasiones con mi postura. Me puso en una dinámica de repensar lo que había escrito en la carpeta, en el guión, con lo que me encontraba en los rodajes, en este proceso entendí la frase que muchos usan ‘que una película se escribe tres veces en el guión, la grabación y edición’”, compartió.

Hacia el encuentro de las historias: reflejo de la búsqueda

Florencia Gómez Sántiz, siempre quiso escribir historias, contar algo, escribir novelas, pero no encontraba un momento de inspiración o una herramienta que la convenciera. En su juventud solía escribir textos breves en los que hacía referencia a su familia, a las tradiciones de su pueblo, a lo que soñaba, o las historias que su padre y abuelo le contaban en las reuniones familiares. Comenta, que en esos días arrumados en ese espacio de sus recuerdos no se daba cuenta de que le gustaba escribir, y que disfrutaba de la compañía de un cuaderno.


“En ese momento estaba en una búsqueda constante qué hacer y en qué entretenerme, poco a poco descubrí que me gustaba escuchar a la gente contar sus experiencias e historias de vida, que me gustaba las cuestiones culturales, que me gustaba presenciar exposiciones de pintores tsotsiles o tseltales, asistir a las exposiciones fotográficas de fotógrafas y fotógrafos de pueblos originarios”, rememoró.


Estas actividades le permitieron ver otros horizontes, así como cursar la maestría en Estudios Culturales, en la que estaba en la línea de Estudios socioculturales del lenguaje, ya que le gustan los temas que se relacionan con el entendimiento de su lengua materna, el tseltal.


“En esos años tomé una optativa que se llamaba Género e interculturalidad, si mal no recuerdo el nombre, la intención era tomar una que aportara a mi trabajo de investigación que realizaba en ese entonces, pero esa optativa estaba algo fuera de lugar, distante al tema que yo trabajaba, pero me interesaba mucho conocer un poco de género y feminismo, en realidad toda la maestría me dio la posibilidad de pensar en temas emergentes desde mi realidad inmediata”, refirió.


Por lo que señala que la maestría le permitió cuestionar su origen, algunas prácticas que se llevan a cabo en su comunidad y de otras comunidades originarias que conocía por cuestiones de trabajo y en las que le tocó hacer producción “(en ese momento yo no sabía que yo hacía producción)”. En aquellos lugares veía a mujeres y hombres haciendo lo mismo, pocas veces algo distinto que le permitiera tomarlos como referentes para cambiar ciertas narrativas hacia las mujeres originarias, a quienes ‘no les ha permitido crecer como desean, ser libres y tener “oportunidades’ al interior y fuera de sus comunidades”, manifestó.


“Ante todo eso, pensé que lo mejor era hacer un video de contrastes en cuanto a la vida comunitaria de tseltales y tsotsiles, hombres que participan en la comunidades preparando y sirviendo la comida, mujeres originarias fumando en las fiestas tradicionales, pocos hombres cargando sus hijos rumbo al campo, mujeres con machetes, pocos hombres barriendo y tejiendo, mujeres originarias conduciendo coches, mujeres originarias tocando un instrumento músical, mujeres bailando su música tradicional porque en otros pueblos no se da aunque la mujer tenga los deseos de hacerlo, no lo hace por temor a las críticas. Sobre todo, de mujeres porque han normalizado la idea de que ellas son sumisas y nacieron para solo una cosa ser esposas y madres, esta idea con la finalidad de desnaturalizar los roles tradicionales que nos afectan como mujeres a partir de las imágenes”, argumentó.


Posteriormente, refirió que con el paso del tiempo fue encontrando experiencias de vida concretas de mujeres pocas veces vistas en los espacios públicos, mujeres ejerciendo un rol distinto a lo acostumbrado, y pocas veces retratadas, fue así que vio con mayor claridad una fuerte necesidad de querer contar historias a través del audiovisual.


“Pensé que ejemplificando con imágenes ciertas realidades cambiaría perspectivas de otros pueblos originarios donde existe fuertemente el machismo y afecta a mujeres de diferentes edades. Luego al ver que eran historias interesantes de mujeres tseltales y tsotsiles que trastocan mi historia familiar, viviendo procesos nuevos al interior de su comunidades, me dije que tenía que escribir y desarrollar un proyecto de ello. Justamente, a principios de 2019, la Escuela de Cine de San Cristóbal, saca la convocatoria del Diplomado en Cine Documental, ví los requisitos, las materias a cursar, y la solicitud de escribir en dos o tres líneas la historia que queríamos contar y posteriormente una entrevista. Me animé a participar, afortunadamente fuimos parte de la segunda generación de la escuela, ya tenía una investigación previa de la historia que yo quería escribir. En ese momento sentí que el Diplomado me daría las herramientas para hacerlo, además de haber escuchado experiencias de compañeros que estuvieron en la primera generación de este Diplomado, y que actualmente son grandes cineastas”, evocó.
En ese momento, narra con puntualidad, comenzó un nuevo camino para ella. Fue en el Diplomado donde comenzó a darle formalidad a la historia (de una mujer de Chamula).


“Comencé a escribir una carpeta de producción para un largometraje documental, durante el Diplomado me fui encontrando casos o historias similares de mujeres de municipios distintos que complementaron la propuesta. Cuando estábamos en proceso de formación, también los profesores vieron la necesidad de que no sólo era importante escribir y tener lista una carpeta de producción de un largometraje, si no también de producir esa propuesta. Sin embargo, la dinámica cambió un poco porque comenzamos primero con la producción de un cortometraje documental para luego dar paso a algo más grande, fue así que decidí trabajar con una de mis tres personajes. Comencé a escribir un guion para el cortometraje que se haría con Elena, personaje de ‘3 días, 3 años’. Valoramos que era urgente grabarla ya que estaba a 6 meses de dejar el cargo de Síndica. Iniciamos en junio de 2021 con la grabación, y de acuerdo al planteamiento para el cortometraje y de lo que yo escribí en el guión, era necesario comenzar ‘a la voz de ya’. Culminamos con todas las etapas del documental a mediados de 2022, para luego postular la película a festivales ese mismo año, así que el equipo estuvo trabajando muchísimo para que la película estuviera lista”.

CONTINUARÁ

Foto: Cortesía