Karla Gómez NOTICIAS

Los carteles elaborados para promocionar el Cine de Oro Mexicano no solo promovía películas, sino que capturaban el imaginario colectivo de una época. Así lo expresaron Juan Manuel Aurrecoechea y Armando Bartra durante la presentación de la reimpresión del libro Sueños de papel. El cartel cinematográfico mexicano de la época de oro. El evento, que tuvo lugar el pasado 20 de noviembre en la sala 4 de la Cineteca Nacional, reunió a expertos para reflexionar sobre la importancia de estos afiches en la construcción de la identidad mexicana.

Aurrecoechea destacó la relación simbiótica entre las imágenes de los carteles y el imaginario social: “El México imaginario es el México verdadero. El tipo de imágenes que construimos para representarnos a nosotros mismos nos da la clave de lo que queremos ser y, en el fondo, lo que somos”. De esta manera, los carteles del cine se convirtieron en espejos de las aspiraciones, deseos y mitologías del pueblo mexicano, reproduciendo una realidad cultural que, aunque ficticia, definía a la sociedad.

El libro, editado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), es una obra en cuatro capítulos que recopila el trabajo de 20 cartelistas mexicanos, quienes entre 1923 y 1957 plasmaron en sus afiches la esencia de un cine que marcó una época. La edición también incluye 60 carteles a color, donde se reflejan las influencias gráficas y artísticas de la época, como el uso del aerógrafo, las plantillas y las proyecciones fotográficas, recursos que caracterizan la técnica de este arte visual.

La importancia de estos afiches trasciende su función publicitaria. “Los anuncios se han transformado en otra cosa, rejuvenecen en cada lectura”, explicó Aurrecoechea. Estos carteles, que en un principio fueron destinados a desaparecer después de cumplir su cometido, ahora son reconocidos como objetos de valor histórico y artístico. “Son testimonios de una época y de un querer ser”, añadió, resaltando cómo estos afiches pasaron de los muros callejeros a las salas de museos, convirtiéndose en piezas codiciadas por coleccionistas y estudiosos.

Durante la presentación, también se reflexionó sobre el contexto histórico en que floreció el Cine de Oro Mexicano. Bartra recordó que este periodo coincidió con la Segunda Guerra Mundial y la postguerra, momentos en que Hollywood redujo su producción cinematográfica. Esto abrió una ventana para que México llenará el vacío con grandes producciones, apoyadas por insumos proporcionados por la industria estadounidense.

Sin embargo, más allá del contenido de las películas, los ponentes coincidieron en que los carteles del cine mexicano destacan por su calidad gráfica. “El valor de los carteles no tiene que ver con el de las películas”, señaló Bartra. En muchos casos, los diseñadores trabajaban sin haber visto las películas, basándose únicamente en indicaciones generales como imágenes de los protagonistas, fotogramas y temáticas sugeridas.

A pesar de su relevancia, Bartra aclaró que el trabajo de los cartelistas se mantuvo en la periferia del arte académico. “El cine es un arte, pero el trabajo de los cartelistas es al margen. Obviamente coadyuva en un contexto determinado para hacer publicidad de las películas”, señaló. Sin embargo, reivindicó el valor creativo de estos artistas, definiendo su labor como “arte utilitario”. Los carteles, más allá de su función de promoción, son obras que cumplieron una importante función social, y aunque no surgieron bajo el halo de las “musas”, son el resultado de la maestría de trabajadores creativos.

Foto: Karla Gómez

Pie de foto: Un reflejo del México que se soñaba ser.