Los cuervos no se peinan, obra basada en el texto de Maribel Carrasco, se presentó en el Teatro de la Ciudad Emilio Rabasa

Karla Gómez NOTICIAS

En espacios sociales donde los sentires y los ademanes son moldeados para pensar, respirar y accionar iguales, el avistamiento de lo diferente enciende la alarma de emergencia, pues los cuerpos y mentes que se salen de la norma pueden llegar a representar un síntoma de libertad, rebeldía, aceptación, encuentro, equilibrio con el reconocimiento de deseos internos y acciones externas.
Las cuales son expuestas tras salir de la cárcel del miedo para vivir desde la valentía de nombrarse diferente, como “Emilio”, el pequeño niño cuervo, personaje principal de la puesta en escena Los cuervos no se peinan, obra basada en el texto de Maribel Carrasco, que se presentó en el Teatro de la Ciudad Emilio Rabasa, en el marco de la celebración del Día Mundial del Teatro.
En escena, la Compañía Laboratorio de Creación Escénica La Clepsidra, bajo la dirección de Darinka Ramírez, condujeron al público al encuentro de una historia en donde una mujer solitaria adopta a un pequeño niño con alas y pico de cuervo, características que la mujer trata de transformar hasta despojar al pequeño plumífero de su naturaleza y moldearlo de acuerdo a sus enseñanzas del cómo debe ser un niño que come lo que le da su madre y cumple con los deberes de la escuela.
La iluminación de la obra deja entrever a los actores Miguelo Cabeza en Espiral, Sandra Nicolini y a Dalia Pérez, en un juego poético de máscaras, manejo del cuerpo, proyecciones y títeres, elementos que en combinación con acciones escénicas brindan al público la oportunidad de adentrarse en la premisa de la obra, la cual habla del derecho al ser diferente.
Y es que para aceptarse tal y cual es “Emilio”, el niño cuervo debió de pasar por un proceso abrumador, confuso hasta agotador, en donde luchaba por negar los impulsos de su naturaleza para complacer y recibir los mimos de su madre, y tratar de hacer amigos en la escuela en donde un niño que tenía un hermano gemelo le hacia la vida imposible, incluso le negaba la oportunidad de hacer amistad con su hermano gemelo, quien demostraba cariño, comprensión y solidaridad con “Emilio”.
Dicha realidad, la viven a diario niños, niñas, adolescentes y adultos en sus respectivos centros de enseñanza, hogar y trabajo, por lo que la obra puede llegar a generar en el público un espejo social que permite reflexionar acerca del daño que se ejerce hacia las personas con ideas y cuerpos diferentes.
Para “Emilio”, el niño cuervo, la aceptación de su diferencia llegó en medio de un accidente con fuego, en donde las llamas lo obligaron a utilizar los recursos naturales de su cuerpo, por lo que voló, igual que un cuervo que se sabe cómodo en las corrientes del viento.
Al final, el vuelo de “Emilio”, puede llegar a representar una metáfora de libertad, aceptación y perdón consigo mismo, por las veces que se buscó encajar en un molde no acto para lo diferente. Sin embargo, este acto de aceptación carga con los golpes, palabras, desprecios de un proceso doloroso de cara a acciones de precisión social.

Por lo que, la presentación de la puesta en escena de Los cuervos no se peinan, en un lugar como el Teatro de la Ciudad Emilio Rabasa representa una oportunidad de generar reflexiones y cuestionamientos acerca de las diferencias que se cargan en el cuerpo y las que portan otros que al igual que “Emilio”, el niño cuervo, debió aceptar para volar como aquellas aves que rondan libres por las ramas de los árboles.

Foto: Karla Gómez
Pie de foto: La puesta en escena se presentó en el marco de la celebración del Día Mundial del Teatro.