Karla Gómez NOTICIAS

Un reciente estudio arqueológico reveló que la Sierra de Pachuca fue la principal fuente de obsidiana verde empleada en el Templo Mayor de Tenochtitlan, aunque también se identificaron otros siete yacimientos mesoamericanos como origen de este preciado vidrio volcánico. La investigación, liderada por el arqueólogo Diego Matadamas Gomora, forma parte de una colaboración entre el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Universidad de Tulane, y fue publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences, que le otorgó la portada de su volumen 122, número 20.
El artículo, titulado Análisis composicional de artefactos de obsidiana del Templo Mayor de Tenochtitlan, detalla los resultados de un estudio químico realizado mediante fluorescencia de rayos X a 788 artefactos hallados en este recinto sagrado, usados tanto en contextos rituales como cotidianos. Estas piezas, que datan de entre 1375 y 1520, provienen de ocho regiones: Sierra de Pachuca, Otumba, Tulancingo, Zacualtipán, Ucareo, Paredón, El Paraíso y Pico de Orizaba.
Matadamas destacó que se trata de la muestra más amplia analizada hasta la fecha, permitiendo un análisis diacrónico del uso de la obsidiana en seis etapas constructivas del Templo Mayor. Los datos muestran que en las primeras fases se utilizaba casi exclusivamente material de Pachuca y Otumba, pero tras la consolidación del imperio mexica y la formación de la Triple Alianza, la diversidad de fuentes aumentó drásticamente.
El hallazgo de obsidiana de zonas como El Paraíso, Tulancingo y Zacualtipán, que no se habían registrado previamente en este contexto, sugiere un sistema comercial más abierto y complejo de lo que se pensaba. La coexistencia de modelos de control estatal y de comercio libre indica que Tenochtitlan accedía a materias primas incluso de regiones enemigas o independientes, como Tlaxcala o la zona purépecha.
La obsidiana verde de Pachuca, o toltecaliztli, era especialmente valorada por su calidad y color, y fue ampliamente usada en la elaboración de objetos rituales por parte de las élites y el clero. El análisis fue posible gracias a un espectrómetro portátil de rayos X y al riguroso sistema de registro del Proyecto Templo Mayor, que facilitó el cotejo de información contextual.
La investigación fue posible gracias a la colaboración de arqueólogos y especialistas tanto del INAH como de Tulane, incluyendo a los profesores Jason Nesbitt y Tatsuya Murakami, y la estudiante de doctorado Julia Sjödahl, quien encabezó el análisis estadístico.
Estos hallazgos permiten reconfigurar nuestra comprensión del sistema económico mexica y confirman que, más allá del tributo, existía un dinámico flujo de bienes a lo largo de Mesoamérica, en el que la obsidiana desempeñó un papel central.
Foto: Karla Gómez
Pie de foto: Estos hallazgos permiten reconfigurar nuestra comprensión del sistema económico mexica.