Es 18 de enero, y la jornada cobra un matiz muy especial para los Parachicos, quienes avanzan en su recorrido hacia el Panteón Municipal

Karla Gómez NOTICIAS

El sol se diluye poco a poco en una tarde de enero, y las calles de Chiapa de Corzo se llenan de color y vida cuando los Parachicos inician su tradicional recorrido, como un río de ixtle de maguey seco que fluye con fuerza a través del pueblo. Sus cuerpos envueltos en zarapes multicolores se mueven con gracia al ritmo de la música, sus pasos acompañados por el vibrante sonido del tambor y el suave susurro de la flauta de carrizo. La escena parece salida de un sueño: las y los danzantes, con las manos apretadas y alzadas hacia el cielo, agitan sus chinchines con fervor, como un canto ancestral al viento.

Es 18 de enero, y la jornada cobra un matiz muy especial para los Parachicos, quienes avanzan en su recorrido hacia el Panteón Municipal, un lugar cargado de historias y recuerdos. Este día, los danzantes no solo celebran la Fiesta Grande de Chiapa de Corzo, sino que rinden un homenaje solemne a los Patrones fallecidos que, a lo largo de los años, preservaron y transmitieron la tradición que los ha mantenido unidos como comunidad. Acompañados por Rubisel Gómez Nigenda, Patrón de los Parachicos, los danzantes realizan un acto de profundo respeto y cariño por aquellos que portaron, en vida, las máscaras de palo y vivieron el gozo de ser Parachico.

Mientras el ritual se despliega en el panteón, las voces de los danzantes se alzan en alabados y cánticos al ritmo de los tambores, envolviendo el ambiente con una sensación de pertenencia y memoria. Cada paso en este recorrido no sólo rememora la historia de un pueblo, sino que también fortalece los lazos entre generaciones, recordando que las tradiciones, aunque vivas y vibrantes, siempre tienen un trasfondo de sacrificio y devoción.

Foto: Karla Gómez

Pie de foto: La visita al panteón, parte de la celebración de la Fiesta Grande, es uno de los momentos más emotivos del evento.