El ilustre padre de los monjes cristianos y modelo de espiritualidad ascética.

Karla Gómez Noticias

Cada 17 de enero, en el Pueblo Mágico de Chiapa de Corzo, las calles resplandecen con el colorido baile de los parachicos y chiapanecas, marcando el Día de San Antonio Abad, venerado «El Viejo», el ilustre padre de los monjes cristianos y modelo de espiritualidad ascética.

La historia de la imagen de San Antonio Abad «El Viejo» es un relato de resiliencia. Durante la cruenta quema de santos en 1934, su imagen se escondió en algún rincón en el camino a San Gabriel, regresando triunfante después de esa guerra cristiana. Más tarde, en 1975, los temblores obligaron a llevar la venerada imagen a Tuxtla Gutiérrez, solo para retornar un año después, mostrando que la fe es más fuerte que cualquier adversidad.

El barrio que lleva el nombre del santo es una cuna de tradición, hogar de los tres patronos de los parachicos: don Atilano Nigenda Mendoza, don Arsenio Nigenda Tahua y Guadalupe Rubisel Nigenda Gómez. Este barrio, con raíces que se hunden en el pasado, ha consolidado su posición como uno de los guardianes de la rica tradición cultural de la región.

Cada rincón de la ciudad resuena con la celebración de la Fiesta Grande de Enero, donde San Antonio Abad «El Viejo» se erige como un símbolo de fe, resistencia y unidad comunitaria. Este día se conmemora con alegría y devoción, recordando las palabras que inspiraron a Antonio en su juventud: «Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres.»

Foto: Karla Gómez

Pie de foto: San Antonio Abad «El Viejo» se erige como un símbolo de fe, resistencia y unidad comunitaria