La Jornada

Foto: Cortesía. – Zona arqueológica de Ek Balam, en Yucatán.

El maestro Arturo Martínez ahorró dinero toda su vida para iniciar un proyecto extraordinario de bienestar en Ek Balam, Yucatán. El proyecto consiste en mejorar la salud de visitantes mediante ejercicios corporales y buena alimentación. Conocí a Arturo Martínez en la Universidad Atlántica de Florida, en Boca Ratón, en la que daba clases a hombres y mujeres cuya salud mejoró a raíz de los ejercicios y la buena atención. Ya en Boca Ratón, Arturo Martínez contaba con una larga fila de discípulos encantados de seguir sus reglas de vida. Ahora, en Ek Balam, ha podido cumplir su sueño: un centro de reposo y autoconocimiento dedicado a la meditación bajo el cielo eternamente azul de Ek Balam.

Originario de Veracruz, Arturo Martínez pronto hizo amistad con los habitantes de Ek Balam y se preocupó por encontrar solución a problemas vitales del pueblo. Su amigo Federico Chan Tuz, comisario ejidal de Ek Balam, me informa que los pobladores necesitan una entrada a su ejido.

–Tenemos una zona arqueológica importante que es parte del ejido, pero nos hace falta una puerta a la carretera para atraer la atención del turismo.

“Durante 40 años la hemos estado pidiendo para que sea la entrada a nuestros tesoros, pero hasta ahora no lo hemos logrado. Creímos que el señor presidente Andrés Manuel López Obrador nos visitaría en su viaje más reciente a Yucatán, pero no se hizo. Nuestro pueblo no ha visto progreso alguno ni ha recibido apoyo, por eso nos atrevemos a hacer petición para ver de qué forma puede el gobierno de México mejorar el nivel de vida de nuestra localidad de Ek Balam.

“La presencia del maestro Arturo Martínez, efectivamente, puede ser de gran ayuda, porque él ha viajado y sabe lo que significa tener buena salud. Don Arturo trabaja con nosotros, ya es parte del pueblo. Es un buen hombre, usted sabe que en las comunidades tenemos reglas, reuniones y acuerdos; él ya se casó con nosotros y hasta hoy sigue de pie y pienso que él va a quedarse a nuestro lado, pues es un hombre fuerte y sabe vivir hombro a hombro, y nos encanta su proyecto de cabañas en las que puede practicarse yoga y meditación.

“Nuestra zona arqueológica se encuentra a 350 metros del pueblo, pero nos hace falta una entrada, porque el camino pasa a espaldas de nuestra localidad y, por tanto, el turismo no nos deja ningún beneficio. Pensamos que los artesanos, la gente del pueblo, las señoras que venden comida y los jóvenes podrían impulsar la apertura de esa puerta al turismo, pero nos hemos rezagado. Su servidor tiene casi 70 años de edad y mi preocupación como ejidatario es dejar algo a la juventud para que no se vayan de Ek Balam y que en el futuro se queden los niños que están creciendo, y los que aún no nacen.”

–¿Lo que pide es una entrada a su ejido?

–Sí, una puerta para que entre el turismo. Disculpe que yo sea un poco así y repita y repita, pero queremos una buena entrada para que nuestro pueblo crezca.

–¿Cuántos son ustedes?

–Somos 400 personas en Ek Balam, entre adultos, ancianos y niños.

 Posiblemente un poquito más; no soy muy acertado, somos muchos los que estamos aquí en esta localidad; aquí tenemos los documentos de todos los que vivimos a un lado de la zona arqueológica. Somos campesinos. Algunos nos dedicamos a trabajar la tierra y tenemos la necesidad de que nuestros hijos sean guías de la zona arqueológica y artesanos para ofrecer lo que hacemos. Aquí tenemos grandes bordadoras, mujeres que cosen muy bonito. Sin embargo, el visitante, el turista, no llega aquí, porque la entrada está por el otro lado.