El escritor presenta la obra que aborda temas como la falta de arraigo y el nihilismo Excelsior

Foto: Cortesía.
Pie de foto: Daniel Saldaña París.

“Hollywood y Netflix son muy buenos en la creación de relatos lineales que te absorben y te mantienen pegado a la pantalla, así que los escritores, al menos yo, tenemos que explorar otras posibilidades de la literatura que no pasen por ese relato unívoco que ha triunfado en todas las esferas de la cultura”, afirma el escritor mexicano Daniel Saldaña París, quien presenta El baile y el incendio, su más reciente novela.

La obra, finalista del Premio Herralde de Novela 2021, condensa temas como la falta de arraigo y el nihilismo sobre un rompecabezas literario que echa mano de la danza expresionista de Mary Wigman, la legendaria isla de Blockula –donde se creía que el diablo tenía su corte terrenal–, y los juicios sumarios contra Märet Jonsdotter, en Suecia, tras ser acusada de convertir a distintas mujeres en brujas.

Todo esto sucede en Cuernavaca, una ciudad llena de bromelias, incendios y corrupción, donde tres amigos (Natalia, Erre y Conejo) intentan revivir el amor, la pasión y un pasado perdido, en el que critican a personajes como Argoitia (pareja sentimental de Natalia), un artista veterano que vive del influyentismo y la burocracia cultural.

¿Es la historia un triángulo amoroso sin retorno? “La novela tiene uno que otro guiño muy oscuro y nada evidente a Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, en el sentido de que hay un triángulo amoroso al centro de la historia, con alguien que regresa a Cuernavaca luego de mucho tiempo y cómo eso reacomoda los tres ángulos del triángulo.

Todo es reinterpretado desde un tiempo contemporáneo en ese triángulo bisexual o pansexual, en el contexto de la catástrofe ecológica a costa de los numerosos incendios”.
¿Incluye una crítica sutil a la sociedad de nuestro tiempo? “Es algo que me gusta mantener. En otros libros también está ese comentario crítico. Por ejemplo, en la relación de Natalia con Argoitia hay una crítica sobre las diferencias generacionales, aunque también hay un esfuerzo por entender la mirada desde el otro lado, con ese pintor acostumbrado a que se le rinda pleitesía, en una ciudad chica, donde él mueve los hilos. Pero también hay una crítica sobre ese nihilismo desarraigado que inunda a los personajes centrales”.

¿Hay alguna relación entre el proceso de creación de Natalia como coreógrafa y usted como escritor? “Funciona parecido. Natalia trabaja en torno a la danza, pero sí podría equipararse con el proceso de la escritura, en el sentido de esa mágica coincidencia de las cosas, es decir, cuando todo empieza a parecer vinculado y cualquier cosa que lees o ves tiene que ver con el proceso de creación.

De pronto, una película que Natalia ve o las anécdotas con su pareja se
vinculan con la pieza que está creando. A mí me pasa lo mismo con la escritura y creo que hay una especie de paranoia del sentido, como si se pudiera extraer sentido de todo lo que nos rodea”.

¿Por qué la novela incluye provocaciones que te llevan a consultar otros textos? “No lo pensé en un primer momento. Sin embargo, mucha gente me ha dicho que, al leer lo de Wigman, interrumpe el libro para buscar el video en YouTube de La danza de la bruja.

Es un efecto no calculado, pero me gusta, porque convierte el libro en un hipertexto, como si de pronto la novela tuviera sus propios hipervínculos, aunque sólo estén mencionados y no se puedan clicar como en internet. Me gusta esa cualidad interrumpida del relato, porque un poco es así como yo leo”, reconoce.

¿Escribir es parte de un proceso interrumpido? “Todo el proceso de investigación de la novela fue así, interrumpido. Diría que esa exploración derivativa o ramificada me gusta como estrategia de lectura, porque me interesa combatir, en cierto sentido, la linealidad de los relatos”.

¿Le parece que Natalia, Erre y Conejo están ligados a la derrota perpetua? “Hay mucho de eso. No por casualidad la escuela donde estudiaron se llamaba Arcadia, como ese espacio perdido e irrecuperable, esa comunidad donde se sintieron completos o lo más cercanos a eso y que, de alguna manera, intentan revivir o de volver a actuar, como una representación de ese pasado mitológico”.