Una novela sobre el cuerpo, la amistad y la memoria femenina
Karla Gómez NOTICIAS

En Duerme, cicatriz, la escritora Nora de la Cruz ofrece una narrativa íntima y potente que explora el cuerpo femenino como un espacio político, emocional y profundamente humano. La protagonista, Lina Evangelina Roque Ruiz, es una mujer que sangra, que desea, que recuerda, y que se resiste a los moldes impuestos de feminidad idealizada. En la sangre, en sus múltiples formas menstrual, sexual, materna, herida, se escribe su historia.
La novela se construye desde una voz profundamente feminista, que no teme incomodar ni explorar las zonas más oscuras y vulnerables de la experiencia femenina. Nora de la Cruz escribe desde una memoria visceral, con una pluma que oscila entre la ternura, la ironía y la crítica social. Embarazo, aborto, salud pública, deseo y dolor se entrelazan con humor y sensibilidad, haciendo de esta obra un retrato honesto de lo que implica habitar un cuerpo de mujer.
Uno de los hilos más conmovedores de la novela es el de la amistad femenina. Lina, desde niña, ha experimentado el desarraigo: en sexto grado, cuando la menstruación llegó para todas menos para ella, se sintió ajena a ese nuevo mundo de confidencias y cuerpos que cambiaban. Su vínculo con Georgina Geo, su primera amiga, nace desde esa marginalidad compartida. Ambas viven la espera, la incertidumbre, el sentirse fuera. Sin embargo, la vida y el ballet terminan por separarlas: Geo se adapta, se transforma, triunfa en la danza, y deja atrás a Lina. Es su primera ruptura, una herida que marcará su forma de relacionarse.
Más adelante, Lina forja un lazo con su padre a través de la música, hasta que aparece Isela, una joven mayor con la que comparte confidencias y descubrimientos. Esa amistad se convierte en un espacio para explorar el deseo y la sexualidad, aunque como muchas relaciones adolescentes, también termina diluyéndose con el tiempo.
En la universidad, conoce a Lidia, una mujer radicalmente distinta a ella. Lidia no es un reflejo, sino un contraste. A pesar de sus diferencias, es la única amistad que perdura, esa figura que resiste los desacuerdos, los caminos divergentes y las heridas compartidas.
Duerme, cicatriz está poblada de mujeres reales: imperfectas, intensas, entrañables. No hay vínculos edulcorados ni relaciones ejemplares. Cada encuentro, cada pérdida, cada reconciliación, moldea a Lina y revela el complejo entramado de afectos y tensiones que conforman la vida femenina.
La novela no busca respuestas definitivas, sino exponer los matices: las cicatrices que duermen bajo la piel y las que, a veces, despiertan con fuerza. Es una obra que invita a leer con el cuerpo, a recordar con la piel, y a mirar la herida no solo como dolor, sino también como memoria y transformación.
Foto: Karla Gómez
Pie de foto: La novela no busca respuestas definitivas, sino exponer los matices: las cicatrices que duermen bajo la piel.
