Continúa realizándose en las comunidades indígenas de al menos 17 municipios que pertenecen a la región de los Altos

Jhonatan González NOTICIAS

A pesar de que desde 2016 en Chiapas se legisló para que el matrimonio infantil quedara prohibido, esta práctica continúa realizándose en las comunidades indígenas de al menos 17 municipios que pertenecen a la región de los Altos, aunque no se descarta que también ocurra en la Meseta Comiteca Tojolabal y Tulijá Tzeltal Chol, afirmó Patricia de los Santos Chandomí, académica y acompañante de víctimas de violencia de género.
Este pacto de palabra entre varones que generalmente afecta a las mujeres menores de edad se realiza en un contexto donde predominan los factores como la pobreza, la violencia y la aplicación de justicia mediante los usos y costumbres, debido a que la ceremonia matrimonial no se efectúa en los registros civiles ni las iglesias, sino a través de casamenteros que pueden ser los compadres o las mismas autoridades comunales.
“Son matrimonios que se realizan dentro de la comunidad donde el Registro Civil brilla por su ausencia, entonces son matrimonios de palabra, no hay un registro ni siquiera una estimación de cuántos matrimonios de esta naturaleza se realizan (…) Esos matrimonios son pactados por los compadres, por los familiares y una vez que ellos dicen sí va, mi hija sí se casa con tu hijo, se da el intercambio”, explicó.
La activista destacó que la primera violencia que viven las niñas es cuando no son escuchadas ni consultadas para casarse, lo que genera una nueva agresión de carácter psicológico, sexual y emocional, sin embargo, poco se habla de ello, pues pasó a formar parte de la vida cotidiana.
“Por eso después del matrimonio viene la violación, al no tener información qué le va a hacer esa persona, ese joven o ese señor o ese adulto mayor incluso (…) Luego viene un embarazo forzado porque esa niña no está deseando ser madre (…) Entonces es como un ciclo de violencia que se va repitiendo y eso es lo que hay detrás de la tragedia de los matrimonios forzados en comunidades indígenas”, puntualizó.
Algunos de los municipios donde aún persiste el matrimonio infantil con mayor frecuencia son: Aldama, Amatenango del Valle, Chalchihuitán, Chamula, Chanal, Chenalhó, Huixtán, Larráinzar, Mitontic, Oxchuc, Pantelhó, San Cristóbal de las Casas, San Juan Cancuc, Santiago El Pinar, Tenejapa, Teopisca y Zinacantán.
De los Santos Chandomí aseguró que el precio o cantidad de productos agrícolas que se debe entregar a cambio de una menor de edad se determina de acuerdo con el estatus socioeconómico de la víctima, pero también el grado de estudio que haya alcanzado.
“Y va desde precios de un litro de alcohol, no que pues quiero seguir tomando, no tengo pues ahí está mi hija, hasta cantidades muy grandes, se estima que 50 mil pesos, de acuerdo si la chica pertenece a una familia de un estatus alto y dice no, por mi hija no me vas a dar cualquier cosa”, explicó.
IGLESIA IMPULSA CAMBIOS EN LAS MUJERES
Gilberto Hernández García, sacerdote de la Pastoral Social de la Arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez, detalló que a pesar de que los casos van a la baja, aún se observan situaciones donde los hombres viudos buscan quien supla el lugar de las esposas desde actividades básicas como la alimentación hasta lo sexual.
“Lamentablemente a veces ponen los ojos en una menor, los padres que por costumbre, por usos y costumbre lo han normalizado, pues no les cuesta trabajo cuando se les ofrece y no es una compraventa, es algo mucho más profundo, no es solamente que digan quiero deshacerme de mi hija y te la cambio por una reja de refresco, tiene que ver con raíces”, expuso.
Ante esta situación el líder religioso manifestó que la iglesia ha trabajado con organizaciones que permiten impulsar los derechos de las mujeres, mostrándoles nuevas oportunidades de desarrollo mediante la profesionalización, lo cual ya ha comenzado a dar frutos.
“En algunas comunidades hay muchas mujeres indígenas que salen a estudiar, que se van profesionalizando o por lo menos que salen a trabajar de la comunidad y que van rompiendo los moldes, pero todavía hay mucho arraigo porque en esos lugares la vida se limita solo al territorio de la comunidad”, dijo.
SE SALVÓ DE LOS USOS Y COSTUMBRES
Actualmente Juana tiene 64 años, es originaria de Tumbalá, un municipio Chol de la región Tulijá de Chiapas, sin embargo, aún recuerda que a sus ocho años sus tíos intentaron casarla con un hombre que le llevaba más de 20 años, pero gracias a su astucia a pesar de no tener mucha conciencia de la circunstancia, logró escapar minutos antes de que el ritual se llevara a cabo.
“Después de que se separaron mis papás me fui a vivir con mi tía, pero ella me empezó a vender y ya estaba yo con vestido blanco cuando iba a llegar el hombre, pero me escapé, no me casé con él (…) Era yo una chamaca, pero él ya estaba grande, tal vez como de unos 50 o 40 años, yo era una niña”, detalló.
En entrevista, relató que en esos años las oportunidades eran cortas para las mujeres, ya que apenas alcanzó a terminar la primaria, pues sus parientes no contaban con recursos suficientes para profesionalizarse, además de que culturalmente no estaba permitido que una mujer logrará una carrera profesional.
Agregó que días antes de la fecha en la que iba a contraer matrimonio, escuchó el momento en que su tío y la persona con la que se casaría, acordaron el precio y los productos que recibirían a cambio, pero nunca imaginó que se trataba de ella.
“Dijeron que iban a llevar costales de frijol, costales de maíz, que iban a llevar una vaca, un montón de cosas y yo solo los quedé escuchando y los vi que estaban hablando, yo pensé que no era yo que lo estaban comprando y me di cuenta de que cuando ya me empezaron a vestir”, manifestó.
Finalmente apuntó que se requiere que las instituciones vinculadas a garantizar el bienestar de las mujeres, se hagan presentes en el territorio para escuchar y conocer la forma en que se dan estos procesos, donde las mujeres se ven entrampadas en una decisión de los padres.

PIE DE FOTO:
Estás ceremonias no se efectúan en los registros civiles, ni las iglesias, sino a través de casamenteros.
Foto: Jhonatan González