El hallazgo también plantea preguntas sobre la pérdida de biodiversidad

Karla Gómez NOTICIAS

Desde hace décadas, el Proyecto Templo Mayor (PTM) ha revelado los misterios ocultos bajo el corazón de la antigua Tenochtitlan. Dirigido por el arqueólogo Leonardo López Luján —reciente ganador del Premio Nacional de Artes y Literatura 2024—, este esfuerzo continuo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha permitido documentar 221 ofrendas rituales, depositadas en línea recta hacia el adoratorio de Huitzilopochtli, dios solar y guerrero del pueblo mexica.
López Luján, investigador del INAH desde hace 45 años, recuerda que su ingreso al proyecto fue en 1980, cuando apenas tenía 16 años y acudió por consejo materno a buscar a Eduardo Matos Moctezuma, pionero de las excavaciones del Templo Mayor. Desde 1991, él dirige el PTM, acompañado por un equipo diverso y comprometido que incluye desde veteranos como Tomás Cruz Ruiz, hasta jóvenes practicantes como Karen Jiménez Mendoza.
Una de las ofrendas más impactantes es la número 178, descubierta en 2018 cerca del Cuauhxicalco. Contiene más de 19 mil objetos, entre ellos frondas de coral, estrellas marinas, un jaguar con cascabeles de cobre y peces globo. Estos elementos fueron transportados desde lugares remotos —del Pacífico a la Cuenca de México— sin tecnología moderna, lo que confirma la capacidad logística del imperio mexica.
“El jaguar fue hallado rodeado de conchas, dispuesto con gran simbolismo. Los elementos marinos preservan detalles que indican que llegaron vivos, como si los mexicas intentaran conservar la vitalidad hasta el último momento del ritual”, relata el arqueólogo Miguel Báez.
Esta ofrenda, que ha resistido cinco siglos de historia y urbanización, permite asomarse a la cosmovisión mexica: su dominio sobre el entorno natural, su organización ritual y su profunda espiritualidad. Como escribe López Luján, estas ofrendas no son simples depósitos, sino “testimonios elocuentes de la devoción de un pueblo entero”.
El hallazgo también plantea preguntas sobre la pérdida de biodiversidad. Algunas especies que entonces eran comunes —como ciertos corales o jaguares de gran tamaño— han desaparecido de nuestras costas y selvas. Para los arqueólogos, este pasado rescatado es también una advertencia silenciosa sobre el presente.
Foto: Karla Gómez
Pie de foto: Para los arqueólogos, este pasado rescatado es también una advertencia silenciosa sobre el presente.