Por Javier Yau Dorry

En la primera parte del escrito referí que, la Nueva Era anclada al proceso histórico descolonizador está orientado a emancipar los ámbitos de la política, la cultura y la configuración de la subjetividad.
Hoy enfocaré la reflexión al ámbito de la construcción de los saberes.
II La descolonización cultural. El ámbito del saber
Retomando el texto de Walter Mignolo, Local histories / global designs. Coloniality, subaltern knowledges, and border thinking, refiere Fraga (2015) que se estudia la mentalidad europea, entendida como comunidad de intereses centrada en la noción de ciencia; ahí se formula el planteamiento que, el saber científico ha sido un producto perfeccionado de una ruta de conocimiento que se remontaría a la Antigua Grecia (Mignolo, 2000, p. 145).
Durante el proceso colonizador de América, la mentalidad europea buscó imponerse por sobre las mentalidades de las comunidades locales de los territorios invadidos. A partir del intento inicial de convertir el alma de los indígenas al cristianismo, y luego de oficializar las lenguas de los colonos como las únicas legítimas para la comunicación interhumana, se buscó implantar la creencia en la ciencia moderna como la fuente de salvación.
Habrá que resaltar que la religión llevó al asentamiento de las categorías teológicas como las bases de la ética y de la política, y lo segundo llevó al asentamiento de las reglas lingüísticas y de la lógica occidental como estructurante de los modos de pensamiento en general, además permitió la imposición de la epistemología moderna como el único locus de enunciación realmente válido para definir y comprender el mundo.
El proceso de colonialismo implicó la marginalización, subalternización o supresión completa de los modos de creer, pensar, hablar, organizarse, y de comprender e intervenir sobre el mundo natural y social, propia de los pueblos originarios.
Al día de hoy, muchos intelectuales, científicos y académicos latinoamericanos y muchas personas no directamente relacionadas con la ciencia, continúan creyendo en la superioridad excluyente de la epistemología occidental a lo que Walter Mignolo denomina «autocolonización», e implica un miedo a pensar por uno mismo y que penetra en la práctica intelectual, científico-académica, que pareciera sólo ser legítima si se recubre dde la tradición del pensamiento eurocéntrico.
En Latinoamérica, la aceptación de dicha matriz de pensamiento representa ser modernos, desarrollados, occidentales, y habilita a seguir creyendo en su propia superioridad epistémica y en su misión educativa. Ésta es la versión secular y contemporánea de la misión evangelizadora del siglo XVI: la ciencia es el principal agente del imperialismo del saber.
Sin embargo, no todos los actores locales adoptan su discurso de manera acrítica: por un lado, porque los saberes de las poblaciones originarias no han sido del todo suprimidos, sino que perviven en los márgenes, y haciéndose crecientemente públicos; por otro lado, porque algunos intelectuales, académicos y científicos locales se hacen eco de dichos saberes subalternos, y buscan reinstalarlos en sus propios ámbitos de discusión. Así, los discursos fronterizos de los pueblos amerindios son especialmente dignos de ser reinstalados en la agenda científica, pero también política, ya que son performadores de comunidades.
En este sentido, los discursos fronterizos buscan salir de los márgenes en los que se encuentran y constituirse así como nuevos espacios de enunciación, tan legítimos como el discurso científico (Mignolo, 2000, p. 154-155)
Habrá que enfatizar que, los proyectos decoloniales son alternativas políticas heterogéneas que, con el objeto de construir futuros comunales, abogan por la descolonización epistémica (Mignolo, 2011, p. xxiii).
En una primer ruta, se intenta deshacer la diferencia colonial de la geopolítica diferencial o jerarquía en saberes hegemónicos y subalternos. Se refiere a los elementos como la concepción del tiempo en términos de tradición/modernidad, así como la concepción del espacio en términos de naturaleza/cultura.
Mignolo sugiere pensar a la modernidad como proceso histórico de creciente penetración geográfica no-lineal; también contribuyó a pensar a la espacialidad como un sistema vivo e interactivo entre lo considerado natural y lo considerado cultural, al modo como la cosmovisión amerindia; ejemplo, Pacha Mama, Madretierra, o naturaleza.
En un segunda ruta, con los futuros comunales es necesario aclarar que no se trata de un nuevo universal abstracto que reemplace al capitalismo liberal o el socialismo estatal. No se trata de un nuevo imperialismo del saber, sino de la postulación de una alternativa heterogénea en su propio interior, y que busca ser igual de legítima que las preexistentes, en disputa por la orientación de la organización social y cognitiva.
En tanto una propuesta de futuro, lo comunal no se presenta como una solución definitiva para las cuestiones que a la humanidad preocupan desde tiempos inmemoriales, pero tampoco renuncia al intento de resolverlas (ídem, p. 175); además, no se trata siquiera de una propuesta unívoca, sino que en su propio ámbito conviven diferentes matices, acentos y voces.
Desde la noción de pluriversidad no refiere un universo con ideas que compiten entre sí por la hegemonía, al modo liberal, sino a un pluriverso; es decir, a una pluralidad de definiciones del universo, que debaten no sólo cuestiones de superficie sino cuestiones de fondo, que se disputan la concepción de lo que el mundo debería ser, que a conviven en condiciones epistémicas de igualdad.
A pesar de su heterogeneidad, las alternativas decoloniales tienen en común la necesidad y el esfuerzo de desengancharse (delinking ) de la hegemonía epistémica, religiosa, hermenéutica, estética y subjetiva. La noción de descolonización refiere desvíncularse de la asimetría epistémica impuestos por la modernidad/colonialidad. Además, la descolonización epistémica conlleva la descolonización de otras esferas de la vida a ella asociadas: la de otros saberes –religioso o artístico, supuestamente contrarios al científico– la de otras formas de comprensión, y sobre otros modos de subjetivación. El modo de subjetivación propuesto por el programa decolonial nos resulta singularmente relevante: si la epistemología occidental establecía la preeminencia de lo individual, la epistemología amerindia aboga por la primacía de lo comunal.
Desde una cosmovisión fundada sobre el modelo de la organización social de las civilizaciones aborígenes, lo comunal se relaciona con el pensamiento fronterizo o marginado pero que desde los bordes logra poner en cuestionamiento el pensamiento del centro o hegemónico, aquel que en el pasado le quitó su legitimidad (Mattison, 2012, p. 6) Así, lo comunal no es mero objeto de estudio; ya que la alteridad y lo exótico, siempre ha sido objeto del interés y de la curiosidad de diversas disciplinas científico sociales. Lo comunal al recuperar su legitimidad, es concebido como una experiencia viva y vivida, tal como lo continúa siendo para los miembros sobrevivientes de los pueblos indígenas. Además, la recuperación de la legitimidad epistémica sólo puede ser el inicio de la recuperación de la legitimidad política. Así, no se puede seguir pensando en términos de la teoría política clásica, cuya unidad de análisis típico-ideal pero nunca real. En términos de estados plurinacionales, en cambio, permitiría otorgar el mismo nivel epistémico, y también político a las diferentes comunidades que habitan dentro de sus imaginados límites (ídem, p. 9).
En términos de estados plurinacionales, o multicomunales, se vuelve relativamente obsoletas las tradicionales nociones de la democracia occidental, con su pretensión de universalidad. Al lograr legitimidad, lo comunal sería una alternativa más de sociedad justa, junto a la de la democracia y a la del socialismo, que ya no podrían ser concebidas como verdades globales. Por consiguiente, la descolonización de la democracia y el socialismo es reconocer sus contribuciones a la vez que tener en cuenta sus falencias, y, simultáneamente, otorgar legitimidad a sus alternativas políticas y epistémicas. También, lo comunal también tiene sus problemas, no es cuestión de romanticismo nostálgico retomar su modelo, sino producto de creer que contiene elementos útiles para la vida contemporánea. El estilo de vida comunal es hoy una cuestión tan global como las otras, dado el contexto de globalización generalizada que el mundo atraviesa (Mattison, 2012, p. 10).
El concepto de lo comunal viene atado además a toda una cadena de trayectorias, sensibilidades, memorias, o sea, a toda una genealogía de pensamiento particular, diferente a la occidental (Mignolo, 2011, p. 39). En este sentido es que hablamos de la descolonización del saber, puesto que hablar de lo comunal es pensar en el marco de su genealogía, y entra en disputa con la pretensión de universalidad del pensamiento occidental, al construir contrargumentos fundados en la noción clave de sumak kawsay, o vida en armonía y plenitud (ídem, p. 69).
En esta línea de reflexión, la Antigua Grecia y el Año Cero cristiano pierden su privilegio como las fuentes del saber y de la sensibilidad secular y sagrada, respectivamente. En el mismo movimiento, otros orígenes potenciales se vuelven más visibles y ganan en legitimidad, por ejemplo, las civilizaciones Inca o Azteca. Lo comunal sostiene una concepción de la verdad entre paréntesis; es decir, una concepción relativa, contestable, cuestionable, de la propia cosmovisión. De estas genealogías, emerge la pregunta por sus orígenes; se busca, construir y restituir saberes en los que la vida tenga prioridad sobre el desarrollo (ídem, p. 115).
En el potencial teórico, ético y político de las comunidades amerindias, a diferencia de lo que sucede en la epistemología moderna, las esferas del conocimiento, de la política, de la economía y de la subjetividad no están separadas, sino que son inseparables: ser es pensar y es hacer (ídem, p. 324).
En este sentido, lo comunal es producto de la acción creativa de subjetividades en proceso de descolonización, y sus ideas son resultado de la imaginación política comunitaria.
(Segunda de tres partes)
***Docente, divulgador y politólogo.