Karla Gómez NOTICIAS

En el vibrante corazón de Córdoba, Veracruz, emerge la figura de Manuel Zardaín, un artista plástico que se define a sí mismo como un hombre en perpetuo movimiento, un ser incapaz de quedarse quieto. Desde su niñez, Zardaín ha fusionado la adrenalina de actividades extremas como el motociclismo y la aviación con la calma y la creatividad de los pinceles, las paletas de colores y los lienzos.

Las obras de Zardaín son un espectáculo de colores y formas que entrelazan la imaginación y la realidad en una danza visual que cautiva y provoca reflexión. En una entrevista reciente, Zardaín recordó con humor una anécdota que ilustra su relación con su arte: “Una vez, una niña dijo que mi obra era un desastre mientras admiraba un cuadro que su padre había comprado. Me sorprendió y me hizo reír, porque es la mejor descripción que he escuchado. Cuando estoy trabajando, soy un desastre; pinceladas aquí y allá, colores dispersos hasta que cobran vida las ideas en mi cabeza”.

Zardaín es un experimentador nato, siempre buscando nuevas formas de combinar colores y técnicas. Aunque se ha alineado con el estilo abstracto, siente una profunda atracción por lo figurativo, especialmente cuando se trata de capturar la esencia vibrante y alegre de lo mexicano. “A veces estoy pintando un abstracto y, de repente, veo a alguien tomándose una selfie. Me imagino pintándola. Lo figurativo me llama más”, comenta con entusiasmo.

La carrera de Zardaín lo ha llevado a exponer sus obras en festivales, ferias y galerías alrededor del mundo, incluyendo ciudades como California, Houston, San Antonio, Nueva York, Madrid, París, Islas Canarias, Tijuana, Xalapa y Ciudad de México. Sus piezas también se encuentran permanentemente en galerías de Puerto Vallarta, Playa del Carmen y Los Cabos. Su arte es un homenaje al folclore, las costumbres y las tradiciones mexicanas, expresado a través de un estallido de colores únicos.

Desde joven, Zardaín ha tenido un espíritu viajero, lo que lo llevó a estudiar en la Facultad de Historia del Arte de la Universidad Estatal de Luisiana en los años 60. Durante ese tiempo, se involucró en movimientos sociales de protesta en América del Norte y Central, mientras continuaba produciendo y exponiendo su arte. A su regreso a México en 1969, se unió al equipo de jóvenes ayudantes del maestro Siqueiros para trabajar en el Polyforum en Ciudad de México y participó en talleres con la reconocida Leonora Carrington.

Buscar inspiración y creatividad para Zardaín no es una tarea fácil, aunque su mente nunca descansa. “La inspiración surge en el diario vivir, en el simple acto de salir a la calle. Puede ser en Chiapas, Yucatán o Veracruz, en un restaurante, una taquería, una cantina; donde me agarre la inspiración, sale como una cascada que me impulsa a plasmar los detalles que veo en el camino”, explica.

Para Zardaín, pintar es una diversión y un diálogo constante con el lienzo. “Me divierto y eso es lo que quiero compartir con los jóvenes que vienen a aprender conmigo. La clave es divertirse y no frustrarse. La experimentación es la base del logro”, concluye con una sonrisa, reflejando el espíritu libre y creativo que define su vida y su obra.

Así, Manuel Zardaín sigue siendo un faro de inspiración y un recordatorio de que el arte, al igual que la vida, es un viaje lleno de colores, formas y caos creativo.

Foto: Karla Gómez

Pie de foto: Para Zardaín, pintar es una diversión y un diálogo constante con el lienzo.