Esta sección especializada ha estado en funcionamiento durante casi medio siglo
Isabel Nigenda Noticias

En el barrio de la Merced, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, se encuentra un edificio con una rica historia y una función peculiar. Construido junto a la antigua Acequia Real, el imponente edificio de la Alhóndiga se ha convertido en un almacén de un valor incalculable: los restos óseos de nuestros antepasados. Aunque en su época pasada resguardaba granos que abastecían a la capital novohispana, ahora se distribuyen cuidadosamente en sus 230 metros cuadrados alrededor de 1,600 cajas que contienen desde cráneos individuales hasta las osamentas de cientos de personas.
Conocida también como la Casa del Diezmo, la Alhóndiga alberga la Sección de Bioarqueología de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA), perteneciente al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y bajo la tutela de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México. Esta sección especializada, dirigida por el antropólogo físico Jorge Arturo Talavera González, ha estado en funcionamiento durante casi medio siglo, brindando apoyo académico y técnico a diversos proyectos de salvamento y rescate arqueológico en todo el país.
La Sección de Bioarqueología no se limita únicamente al estudio osteológico de los proyectos, sino que también se ha expandido en sus propósitos. Ahora, se encarga de formar equipos de investigación en estrategias bioarqueológicas, desde la intervención en campo hasta el procesamiento de datos, informes y publicación de resultados. Además, colabora con otras osteotecas del INAH e instituciones externas, estableciendo convenios para llevar a cabo investigaciones que requieren infraestructura o tecnología especializada, como estudios arqueométricos, análisis de ADN, colágeno residual, paleodieta, procesos patológicos y líneas incrementales del cemento dental, entre otros.
El estudio de las colecciones osteológicas a nivel nacional se basa en un enfoque interdisciplinario que combina la arqueología, la antropología física y la etnografía. La capacitación de expertos en diversos campos, desde arqueólogos hasta criminalistas, busca optimizar la información obtenida de los entierros humanos, desde el trabajo de campo hasta su posterior análisis.
A lo largo de casi 11 años, la Sección de Bioarqueología de la DSA ha analizado 113 colecciones óseas, de las cuales 64 han sido registradas en el Sistema Único de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos e Históricos. Estas colecciones están respaldadas por informes técnico-académicos, producto del exhaustivo trabajo realizado tanto en el campo como en el laboratorio. La sección también ha colaborado en denuncias, peritajes y proyectos conjuntos con dependencias del INAH y externas.
Destaca la cooperación que tuvo lugar con la Procuraduría General de la República en un caso internacional de desaparición forzada y violación de derechos humanos, relacionado con la desaparición de Rosendo Radilla Pacheco, quien fue privado de su libertad el 25 de agosto de 1974 por efectivos del ejército. Los expertos de la Sección de Bioarqueología brindaron apoyo en prospecciones y excavaciones en diversos puntos de interés en Atoyac de Álvarez, Guerrero. Aunque no se encontraron fosas clandestinas, se descubrieron basureros de la década de 1960 donde se recuperaron insignias del Batallón 49, botones de uniformes militares y 300 ojivas sin percutir.
Jorge Arturo Talavera González explica que durante el proceso de excavación, marcado e inventario de entierros, es posible observar patologías, marcas de actividad y tafonomía en los restos óseos. Por ejemplo, se han identificado alteraciones congénitas derivadas de la endogamia en épocas prehispánicas. Una colección de osamentas del periodo Posclásico Temprano (1250-1400 d.C.), recuperada en un salvamento arqueológico en la avenida Aquiles Serdán en Azcapotzalco, Ciudad de México, está siendo analizada por la antropóloga física Yadira Tapia Díaz y ha sido sometida a diversos estudios en el Instituto Max Planck de Física en Alemania.
Sin embargo, aún queda mucho material por investigar. Por ejemplo, en el salvamento arqueológico realizado en la avenida Reforma 159, también en la Ciudad de México, se encuentran 17 cajas con 109 cráneos de ambos sexos, 93 cajas con 155 entierros primarios, dos osarios con concentraciones de hueso cremado y 28 costales con material óseo aislado. Estos hallazgos no han sido publicados hasta el momento.
La Sección de Bioarqueología de la DSA representa una fuente inagotable de información para comprender la evolución de las poblaciones que han habitado el territorio mexicano a lo largo del tiempo. El trabajo interdisciplinario y la colaboración con instituciones y expertos nacionales e internacionales son fundamentales para desentrañar los misterios que yacen en los restos óseos de nuestros antepasados.
Jorge Arturo Talavera González ha participado recientemente en el seminario permanente «Bioética, manejo y conservación de restos humanos», organizado por la DSA y transmitido mensualmente a través del canal de YouTube de la Coordinación Nacional de Antropología. Este tipo de eventos contribuye a la difusión y discusión de los aspectos éticos y prácticos relacionados con el manejo y conservación de los restos humanos, un tema de suma importancia en el ámbito de la bioarqueología.
La Sección de Bioarqueología de la DSA continúa su labor invaluable en la preservación y estudio de los restos óseos de nuestros antepasados, brindando información invaluable para comprender nuestra historia y herencia cultural. Su trabajo meticuloso y dedicado asegura que estos restos sean tratados con respeto y cuidado, y que su legado sea preservado para las generaciones futuras.
Foto: Cortesía.
Pie de foto: A lo largo de casi 11 años, la Sección de Bioarqueología de la DSA ha analizado 113 colecciones óseas.
