Adaptación contemporánea de Antón Chéjov a cargo de Cachanilla Teatro
KARLA GÓMEZ NOTICIAS

El 15 y 16 de agosto, en el espacio íntimo de Casa Conejo Café, el teatro dejó de ser simple representación para convertirse en un espejo que devolvía imágenes de poder, miedo y dignidad. “La institutriz”, adaptación contemporánea de Antón Chéjov a cargo de Cachanilla Teatro, logró estremecer a quienes se dieron cita en la 8a poniente entre 11 y 12 sur de Tuxtla Gutiérrez.
En escena apareció Julia, una mujer orgullosa de sus raíces indígenas, cuya vida se debatía entre el peso de la tradición y los abusos de su patrona. El público fue testigo de la tensión que se acumulaba en cada palabra, en cada silencio, hasta que la voz de Julia decidió alzarse. Ese gesto, tan sencillo como rebelde, se volvió símbolo de resistencia frente a la opresión cotidiana.
La puesta en escena no se sostuvo únicamente en la fuerza del texto; la música en vivo acompañó los matices de la trama, generando un ambiente que envolvía a los asistentes. Cada acorde se sintió como un eco de la memoria colectiva, recordando que los abusos de poder no pertenecen sólo al pasado, sino que siguen rondando las vidas actuales.
Los asistentes, reunidos en comunidad, no solo presenciaron teatro: lo vivieron. Hubo quienes se conmovieron en silencio, quienes intercambiaron miradas de reconocimiento y quienes, al final, comentaron que la obra les había sacudido, como si les hablara directamente. El escenario se transformó en un espacio de diálogo, donde lo artístico y lo social caminaron de la mano.
El valor de esta propuesta radicó en mostrar cómo un texto escrito hace más de un siglo pudo adaptarse a realidades locales, sin perder vigencia ni fuerza. La Julia de Cachanilla Teatro fue todas las mujeres que, cansadas del abuso y la indiferencia, decidieron romper el silencio.
Foto: KARLA GÓMEZ
Pie de foto: El valor de esta propuesta radicó en mostrar cómo un texto escrito hace más de un siglo pudo adaptarse a realidades locales, sin perder vigencia ni fuerza.
