Un placer que atraviesa generaciones, un lazo invisible entre el pasado y el presente

Karla Gómez NOTICIAS

A las 12:00 del mediodía, el calor chiapaneco empieza a sentirse con más fuerza. Las calles de Tuxtla Gutiérrez se llenan de movimiento, y entre los puestos de comida y los locales que resguardan del sol, un aroma familiar inunda el aire: el de maíz cocido. Es la hora del pozol.

En uno de los puestos del Mercado Día Ordaz, una mujer con manos curtidas por los años remueve con paciencia una jícara llena de pozol blanco. A su lado, una pila de jícaras espera a los sedientos que, sin mucha ceremonia, se acercan y piden su porción. Algunos lo prefieren sin hielo, en su forma más pura, mientras otros piden trozos de hielo que suenan al caer en el líquido espeso. A lo lejos, el pregón de un vendedor de manguitos verdes y cacahuates resuena entre los murmullos.

Los que toman asiento bajo la sombra de un árbol disfrutan en silencio. El pozol no solo alivia el calor, sino que revive historias que se sienten en cada sorbo. Es más que una bebida; es una tradición que se remonta a los ancestros mayas, zoques y chiapanecas. Al batir la masa con la mano, como hacían las mujeres de antaño, se conserva la esencia de una bebida que, según las crónicas de José Luis Castro Aguilar, ya se bebía hace siglos bajo el nombre de “pochotl”.

Recuerdo escuchar que, en otros tiempos, durante los “mequés” —las fiestas zoques en honor a santos y vírgenes—, el pozol de cacao se ofrecía frío, pero sin dulce. Hoy, algunos aún mantienen esa costumbre, mientras otros prefieren endulzar el momento con un poco de azúcar, una costumbre que llegó con el siglo XX.

A mi alrededor, hombres y mujeres levantan sus jícaras con gratitud, como si el tiempo se detuviera por un instante. Cada 18 de marzo, el Día del Pozol, los habitantes de Chiapas celebran este legado líquido que los conecta con sus raíces. Hoy, a las 12:00 del día, el pozol sigue siendo un ritual cotidiano, un placer que atraviesa generaciones, un lazo invisible entre el pasado y el presente.

El sol sigue en lo alto, pero el pozol, frío y espeso, sigue su curso por las calles, refrescando tanto el cuerpo como la memoria.

Foto: Karla Gómez

Pie de foto: Cada 18 de marzo, el Día del Pozol, los habitantes de Chiapas celebran este legado líquido que los conecta con sus raíces.