Fue transportada por segundo año consecutivo en vehículo, debido a la contingencia sanitaria que aún se vive por el Covid-19

Isabel Nigenda / NOTICIAS

Foto: Isabel Nigenda.Se trasladó a las vírgenes de Copoya: María Oleachea, Candelaria y Rosario a San José, Terán.

Como parte del calendario festivo de la comunidad zoque de Tuxtla Gutièrrez, se trasladó a las vírgenes de Copoya: María Oleachea, Candelaria y Rosario a San Josè, Terán. La tríada de las vírgenes fue transportada por segundo año consecutivo en vehículo, debido a la contingencia sanitaria que aún se vive por el Covid-19.

Pese a ello, la fe y la devoción de integrantes de la mayordomía se hizo presente, además, de salvar el compromiso que tienen de acuerdo a los cargos establecidos, con todas las medidas adecuadas. Por ello, la mañana del jueves, asistieron a temprana hora a la casa del presidente de Festejos, ubicada en el lado norte de Copoya, en donde permanecían en el altar de la casa, las advocaciones a la virgen María.

Ya en la ritualidad, acompañada de la música tradicional, ejecutada con tambor y carrizo, se inició el proceso de guardar a las imágenes en sus respectivas cajas de maderas, que luego de varios minutos fueron cubiertos de petates y de flores de temporadas, las cuales tienen un valor intrínseco ya que fueron dadas como ofrendas; y posteriormente, fueron repartidas cuando ellas llegaron a la casa de San José, Terán, convirtiéndose así en flores, en reliquias, en símbolo sagrado.

Sin embargo, no se realizó el tradicional recorrido, ya que se cuidó la salud de los feligreses e integrantes de la comunidad zoque de Tuxtla Gutiérrez. Por lo que, no se apreció, en esta corta caminata, a los danzantes que continuamente se integran a esta celebración importante de la Mayordomía. Aunque, los danzantes esperaron a las virgencitas en San José, Terán, lugar en donde compartieron la alegría, y sus mandas en esta fecha tan importante. Las seguidoras de las vírgenes y gente del costumbre pidieron cargarlas, colocaron el peso que ellas tienen en la cabeza, y así dieron uno, dos, tres, cuatro pasos… mientras rezaban, pedían o agradecían por algo en especial.

La fe hacia las vírgenes provoca que continuamente muchas mujeres y hombres asistan y vivan el traslado, el mequè o fiesta. Toman pozol de cacao y café, comen tamales de mole, y un día antes los maestros ramilleteros hacen joyonaquès, flores costuradas como ofrenda a las Copoyitas.

En el cielo un sonido de alegría se distribuye, son los cuetes anunciando la levantada de las virgencitas, es momento de partir, de salir, de ser trasladadas, es momento de vivir la tradición, la cultura viva.