Comienza sus días tejiendo en un telar que él mismo fabricó
Karla Gómez NOTICIAS

Con Francisco Velázquez —maestro tejedor, músico tradicional, y fabricante de instrumentos tradicionales y velas—, la cultura zoque de Tuxtla Gutiérrez continúa viva. Originario del barrio de San Pascualito, Francisco es un heredero de su rica cultura y un portador de saberes ancestrales que le fueron confiados para preservar la identidad de los tuxtlecos.

Francisco comienza sus días tejiendo en un telar que él mismo fabricó, elaborando la vestimenta tradicional utilizada en las danzas zoques. No teje en días de lluvia, pues cree que la fricción de los hilos atrae los rayos. Para él, tejer es una forma de terapia.
«Para mí es terapia, porque no podemos pensar en otra cosa; un hilo que se trabe o se reviente es volver a empezar. Son piezas únicas, en cada prenda va una parte de uno», explica.

Sentado en el patio de su casa, Francisco menciona que hay pocos tejedores en la ciudad capital de Chiapas, y que actualmente son principalmente hombres los que se dedican a este oficio.
«En Tuxtla sabemos de muy pocos tejedores, las mujeres ya no lo continuaron. Según datos desde 1970-1980, se supo de una de las últimas mujeres que tejían, la tía Carmen. De ahí otro que tejía era Leopoldo Gallegos (†) y el veterinario Cancino», comenta.

Francisco recuerda con cariño a su padre, quien le contó que su bisabuela, Filomena Jiménez, era una destacada tejedora. Aunque nunca aprendió directamente de su bisabuela, su padre le transmitió todo lo que sabía: «Si ella me hubiera enseñado personalmente, lo dominaría con maestría; sin embargo, trato de hacer todo con mayor esmero y calidad».
El maestro tejedor se especializa en la elaboración de huipiles y brocados, técnica que aprendió en el Centro Textil del Mundo Maya. Sus piezas incluyen dibujos de colores, como mariposas y rombos con crucecitas y grecas en cadenas.

«En la cultura zoque predomina el color rojo, añil y blanco, aunque el dominante es rojo. Para elaborar una pieza me tardo tres meses si es un lienzo y cuatro meses si es un huipil. Trato de poner hilo de la mejor calidad. Conservar la cultura es lo más importante», destaca.
Él siente una mezcla de tristeza y alegría: tristeza porque ya no hay muchos interesados en seguir tejiendo, y alegría porque ha logrado su objetivo de preservar la cultura zoque: «He logrado mi objetivo desde que inicié en la cultura, y me siento satisfecho. Si vivieran mi mamacita y papacito estarían orgullosos de mí».
A pesar de que la vestimenta y la lengua zoque han sido marginadas en Tuxtla debido a la discriminación, Francisco sostiene que la esencia zoque persiste: «El corazón y la mente no se cambian: mírame y ve mi alma, porque ahí están los zoques. Parte de nuestra raza está plasmada en nuestra forma de ser, nos gusta estar en contacto con la naturaleza. Un pueblo sin cultura no es un pueblo. Es pelear con la modernidad, pero desde nuestra alma no se cambia».
Francisco Velázquez sigue siendo un defensor ferviente de la cultura zoque, luchando por mantener vivas las tradiciones de su pueblo.
«A veces no estamos motivados por nuestra identidad, pensamos que lo que hacemos lo hace cualquiera y no: somos únicos. Somos una variante zoque de Tuxtla muy arraigada, y estamos tratando de seguir conservando. La cultura se debe continuar», concluye.
Foto Karla Gómez
Pie de foto Francisco Velázquez, tejedor zoque de Tuxtla Gutiérrez