Fue un poeta colombiano, considerado uno de los más importantes precursores del modernismo

Isabel Nigenda Noticias

Foto: Isabel Nigenda. Pie de foto: Casa de Poesía José Asunción Silva.

José Asunción Silva Gómez, fue un poeta colombiano, considerado uno de los más importantes precursores del modernismo y uno de los escritores más importantes de la primera generación de costumbristas. Se considera que su obra de mayor relevancia es “El libro de versos”.
De acuerdo a datos, el poeta se suicidó a la edad de 30 años dándose un tiro en el corazón con un revólver Smith & Wesson. Se cuenta que se encontró el libro El Triunfo de la muerte de Gabriele D’Annunzio, a la cabecera de su lecho.
Su suicidio se debió a su escasez de dinero, entre otras variadas causas detalladas por expertos y conocidos suyos y del medio social bogotano de la época. Una carta del escritor Emilio Cuervo Márquez describe cómo él, constata que Silva gastó sus últimos centavos en la compra de un ramo de flores para su hermana, con un cheque girado el mismo día que se quitó la vida.
Según la información expuesta en la página de la Casa de Poesía José Asunción Silva, la casa, ubicada en Cl. 12c #3-41, Bogotá, Colombia es considerada “un buen albergue de leyenda que nadie sabe la fecha exacta en que fue construida esta casa. Los arquitectos que la restauraron establecieron, por las huellas técnicas que el tiempo dejó en sus muros, que fue levantada en la época de la colonia, aproximadamente hacia 1715”.
En sus salones centenarios tuvieron sede la asociación de farmaceutas, cuando las droguerías se llamaban boticas, y las de meseros y camareros. Hubo también aquí un almacén de calzado fino. Fue también pensión e inquilinato. Pero ha sido la poesía la principal habitante de esta casa. En ella vivió sus últimos años José Asunción Silva.
La casa marcada con el número 13 era el escenario de la tertulia. Emilio Cuervo Márquez, relató detalladamente la atmósfera del sitio y de la ocasión, en palabras que parecen reanimar a los fantasmas de esta casa: “Aún veo el amplio cuarto de estudio. Discreta luz, anaqueles con libros. Al frente una reproducción de arte de La Primavera de Boticelli. En el centro, el amplio escritorio, sobre el cual se veían algunos bronces, el balde de tafilete rojo con el monograma en oro del poeta, revistas extranjeras. Diseminados aquí y allá, sillones en cuero, y gueridones con imponente cantidad de ceniceros, pues quienes allí nos reuníamos, a comenzar por el dueño de la casa, éramos fumadores empedernidos. Después de media hora de charla Silva daba comienzo a la lectura.
«Previamente se había graduado la luz de la lámpara y se había puesto a nuestro alcance un velador en el cual invariablemente se veían una caja de cigarrillos egipcios, algunas fuentes con sandwiches, un ventrudo frasco con vino de oporto y tres copas: Silva no bebía nunca vino ni licor; en cambio, fumaba de manera aterradora”.