Pilar (Karla Sarmiento), Martín (Alfredo Espinosa) y Amelia (Roxana Carbajal), integrantes de Marabunta Colectivo Escénico

Karla Gómez NOTICIAS

Pilar (Karla Sarmiento), Martín (Alfredo Espinosa) y Amelia (Roxana Carbajal), integrantes de Marabunta Colectivo Escénico, yacen en el centro de un escenario. En un extremo, una mesa de madera; en el otro, una silla. Balbucean, se mueven, repiten: casa, olvido, casa vacía, casa llena, polvo, amor… Poco a poco se apoyan en las espaldas para levantarse. Cada palabra pronunciada los trae de nuevo a escena.

Así inicia Mariposas posadas en el polvo, escrita por la dramaturga Roxana Carbajal como parte del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) Chiapas, y estrenada en 2021 en el Teatro de la Ciudad Emilio Rabasa. En esta ocasión, la función se presentó en el Teatro Francisco I. Madero dentro del programa Rutas Escénicas Estatales 2025, Circuito de Artes en Chiapas.


—No podía haber sido de otra manera, las cosas son como son.
—Se hace lo mejor que se puede, se elige y se lanza una moneda.
—Hubo amor.
—Hay amor.
—Habrá amor.
En una atmósfera onírica construida con un diseño de iluminación que transita entre rojos, azules, ámbar y luz cenital, Amelia —hija única de Martín y Pilar —, mujer introvertida, silenciosa y melancólica, conduce al espectador por su casa, un espacio lleno de signos narrativos y lenguaje poético que revelan la estructura de una familia convencional en un pueblo.

La obra avanza entre cambios de luces y movimientos corporales precisos, que permiten situar al espectador en la línea temporal de Amelia o de la pareja, como cuando los tres escénicos se abrazan formando un círculo cerrado que genera tensión.
Por tanto, la puesta en escena se desarrolla en dos tiempos. En el primero, Pilar, ya mayor, recuerda a sus padres mientras prepara un altar para honrarlos: “al encender el cerillo algo pasa que se calma la tristeza”. En el segundo, una pareja enamorada revive cómo se conocieron y por qué, con el tiempo, se separaron.
Martín es un joven alegre, trabajador, que quiere a Pilar, pero el amor que le tenía se esfuma cuando sospecha que su esposa la engaña; celoso, lleno de rabia, la abandona.
“Las mujeres juegan un papel importante en nosotros los hombres”, afirma antes de irse.
Pilar, de carácter fuerte, ha sido violentada y decide dejar sus recuerdos y dolores a esa casa que la recordará, porque a ella el tiempo se le convirtió en polvo y la sombra en una línea delgada difícil de habitar.
Amelia, además de narradora, observa y analiza la relación de sus padres, cuestionando sus actos y formas de vida, como una conciencia impregnada en las paredes.
Mariposas posadas en el polvo integra elementos místicos y creencias sobrenaturales, como la visita de una mariposa negra que representa a la abuela, siguiendo la tradición chiapaneca que asocia la llegada de una mariposa a la casa con el alma de un familiar.
El cuerpo de las actrices y el actor es escenario y escenografía, pero también memoria, ilusión y representación. El público camina entre los recuerdos de Amelia, Pilar y Martín, atravesando heridas que se heredan, amores que, aunque quebrados, permanecen suspendidos en el aire, como mariposas que nunca terminan de posarse.
Roxana Carbajal presenta su primera obra de dramaturgia, ofreciéndole al público una voz femenina chiapaneca que habita en el sureste mexicano, y que, a través de historias cotidianas y profundamente humanas, logra cautivar con su escritura. Su texto en escena se distingue por una sensibilidad que teje recuerdos, convirtiendo lo cotidiano en un paisaje teatral.
Foto: Karla Gómez
Pie de foto: El público camina entre los recuerdos de Amelia, Pilar y Martín, atravesando heridas que se heredan.