Esta conmemoración es un sincretismo entre los rituales católicos y diversas costumbres de los pueblos originarios de México

Isabel Nigenda Noticias

Foto: Cortesía.- Sk´Ak´Alil Anima´Etik, Días de Muertos.

La celebración conocida como Sk´Ak´Alil Anima´Etik, Días de Muertos, se llevan a cabo los días 1 y 2 de noviembre en el municipio de Zinacantán de la región de Los Altos, de Chiapas.

«En este sistema de creencias, el funeral y los primeros días de noviembre tienen objetivos compartidos. Uno de ellos, convertir el alma de un muerto, potencialmente destructiva y maligna, en la figura de un ancestro respetable por medio de los rituales en su honor. En los días de Todos Santos y Fieles Difuntos se reafirma esta misión: otorgar al difunto el estatus de ancestro, el cual visita a sus familiares para reforzar los lazos sociales de la comunidad más allá de la muerte», informa el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Chiapas.

Asimismo, da a conocer que el ritual se divide en dos: el que se realiza en las casas y el que se lleva a cabo en el panteón. En tanto, aclara que as mujeres de la comunidad, entre las que se encontraban niñas de ocho y doce años, proceden a colocar las frutas en una mesa de madera, situada ante el altar familiar, en la que se esparce juncia (puntas de pino), al igual que en el suelo, y se acomodan la comida y las bebidas tradicionales.

«La comida consiste en un caldo de pollo con repollo; se prepara café, atole agrio y carne de res ahumada que se sirve en platos y jarros de barro. Chayotes, mazorcas de maíz, cañas, naranjas, ramos de flores de cempasúchil, dalias y geranios rojos son distribuidos en montones cubriendo la superficie de la mesa», explica el INAH.

Así también comenta que, una jícara llena de tortillas hechas a mano, un platito con sal, una copita de pox (aguardiente), fotos de los antepasados, un refresco y un vaso con agua complementan la ofrenda: «Se colocan velas en el suelo, junto con incensarios y veladoras. Frente al altar se acomodan sillas pequeñas para que las almas se sienten a descansar y a consumir los alimentos mientras dura su visita en estos días festivos».

El INAH, menciona que este montaje se agrega otra ofrenda dedicada a su protector San Antonio, cuya figura remata el cuarto piso del altar; lo acompañan diversos ramos de flores a los costados y, en el centro de cada nivel, imágenes de santos y vírgenes; al pie, un sahumerio con copal y un par de velas blancas colocados sobre un pequeño banco.

«Una vez colocadas las ofrendas, en la mañana del 1 de noviembre, las familias se dirigen al panteón para llevarles viandas a sus seres queridos: elotes y chayotes, que se dan en la región, cañas, naranjas y plátanos, que se compran; son depositados en las cabeceras de las tumbas, a un costado de una cavidad que se construye como símbolo de la entrada al inframundo, junto con las velas de cera, las cuales representan a la divinidad, y de cebo, que aluden a las almas», apunta.

El INAH, resalta que al lugar llegan dos mayordomos de San Antonio (chico y grande) y los sacristanes, así como los ayudantes, quienes se reúnen desde la iglesia. Los mayordomos se encargan de hacer las ceremonias de Todos Santos y Fieles Difuntos, los acompañan los músicos tradicionales. Pasan en cada tumba a rezar responsos en latín para pedirle permiso al guardián del lugar, donde están resguardadas las almas, para que puedan salir. Se cree que:

“Las almas pasan un solo proceso de purificación, se cree que el tiempo que vivieron será el mismo que pasarán purificándose en el ‘lugar de los huesos ardientes’, para, posteriormente, volver a la vida como otra persona o animal”, comentó uno de los zinacantecos.

«Los fallecidos son enterrados según el motivo de su deceso. Cuando se trata de un adulto que murió de forma natural, su cabeza se coloca hacia el oriente; si es un menor de edad o si la causa de la muerte fue por un acto violento, la cabeza se ubicará al poniente. Así, la tumba es cubierta con puntas de árbol de pino llamadas juncias y, posteriormente, con gran cantidad de pétalos de cempasúchil», comenta.

«Ya en la noche, al terminar sus responsos, los mayordomos y los sacristanes se regresan a sus casas a descansar, los músicos acuden a las casas para tocar en los altares, mientras las familias recogen los frutos ofrendados para volver a depositarlos al día siguiente. El 2 de noviembre, se repite el ritual y, en la tarde, los mayordomos junto con sus ayudantes, reúnen los alimentos para llevarlos al atrio de la iglesia y repartirlos entre la gente. En las casas, se levanta la ofrenda para evitar que los malos espíritus también la disfruten», puntualiza.