Un legado que ha resistido el paso del tiempo y que ahora es cuidadosamente preservado y estudiado

Karla Gómez Noticias

En lo profundo del estado de Coahuila yace un tesoro arqueológico que narra las historias de antiguas generaciones dedicadas a la caza y la recolección. Es en la Cueva de la Candelaria donde reposan los restos óseos y los vestigios de una vida pasada, un legado que ha resistido el paso del tiempo y que ahora es cuidadosamente preservado y estudiado por la Secretaría de Cultura federal y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Desde el año 2013, el Proyecto de conservación de bienes culturales de origen orgánico de la Cueva de la Candelaria, liderado por la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, ha estado en marcha. Esta iniciativa de larga data utiliza métodos científicos y de arqueología experimental para desentrañar los secretos de los objetos encontrados en la cueva, desde cestas hasta ornamentos corporales.

La restauradora Gloria Martha Sánchez Valenzuela, quien encabeza este proyecto, destaca la importancia de comprender los métodos de fabricación utilizados por estas antiguas civilizaciones para garantizar una conservación adecuada de los artefactos. «Antes de realizar cualquier restauración en una cesta, por ejemplo, es crucial entender qué tipo de fibras se usaron, cómo se tejieron y qué técnicas se emplearon», explica Sánchez.

Después de una década de trabajo meticuloso, más de 100 piezas de la Cueva de la Candelaria han pasado por los laboratorios de la CNCPC. Estas piezas, que forman parte de la colección del Museo Regional de la Laguna (Murel), son seleccionadas periódicamente para recibir tratamiento de conservación en la Ciudad de México antes de regresar al museo para su exhibición pública.

La existencia de una sala dedicada específicamente a la Cueva de la Candelaria en el Murel ha permitido establecer un ciclo beneficioso de rotación de objetos, reduciendo así el deterioro causado por la exposición prolongada. Actualmente, con el apoyo de las restauradoras Julieta Montiel Pérez y Diana Delgado Córdova, se está trabajando en la conservación de un lote de objetos que incluye desde redes de pescador hasta collares ornamentales.

Gracias a la colaboración con especialistas del Laboratorio de Anatomía Funcional y Biomecánica de Plantas Vasculares de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa, se ha logrado identificar las plantas utilizadas por estas antiguas comunidades para la fabricación de sus artefactos. Plantas como la Sangre de Drago y el sotol han sido identificadas como materiales clave en la elaboración de cestas y sandalias, respectivamente.

La utilización de hilos de papel japonés en las restauraciones ha demostrado ser una elección acertada, siendo este material compatible con las fibras arqueológicas y reversible para futuros proyectos de conservación. Además, al ser teñido para igualar la coloración de los materiales antiguos, proporciona una uniformidad visual a las piezas restauradas.

En palabras de Gloria Martha Sánchez, este proyecto no solo busca preservar objetos antiguos, sino también reconectar con el conocimiento ancestral de los cazadores-recolectores. «Estos grupos tenían un conocimiento generacional sobre las plantas y materiales disponibles en su entorno, lo que les permitía crear objetos funcionales y estéticos», concluye Sánchez.

La labor llevada a cabo en la Cueva de la Candelaria no solo honra el legado de aquellos que la habitaron hace milenios, sino que también ofrece una ventana fascinante hacia el pasado, donde la ciencia y la historia se entrelazan para preservar y comprender nuestro patrimonio cultural.

Foto: Cortesía.

Pie de foto: Este proyecto no solo busca preservar objetos antiguos, sino también reconectar con el conocimiento ancestral.