Miles de migrantes varados y solicitantes de asilo están en condiciones cada vez más precarias, sin posibilidades de avanzar hacia el norte
Sergio García CORRESPONSAL / NOTICIAS

Tapachula.- Tras el endurecimiento de la política migratoria estadounidense, Tapachula, en la Frontera Sur de México, acoge hoy a miles de migrantes varados y solicitantes de asilo en condiciones cada vez más precarias, sin posibilidades de avanzar hacia el norte y desesperados debido a los complejos trámites burocráticos para regularizar su situación. Los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) han incrementado significativamente las consultas médicas y la atención en salud mental.
La política migratoria restrictiva de Washington, sumada a acuerdos bilaterales y presiones regionales, han transformado a México en un país de contención. Tapachula, que tradicionalmente funcionaba sobre todo como un punto de tránsito, se ha convertido en una ciudad de permanencia forzada desde que en enero de 2025 la administración Trump sellase la frontera y suspende los principales programas para solicitar asilo y refugio en Estados Unidos.
Aquí las personas migrantes enfrentan largos procesos burocráticos para obtener documentos que les permitan moverse legalmente por México. Entretanto, no pueden trabajar formalmente ni acceder a servicios básicos, como refugio y atención médica. “La falta de infraestructura, empleo y servicios en Tapachula agrava la situación. La ciudad no está preparada para recibir a miles de personas de forma prolongada, lo que genera hacinamiento, informalidad y vulnerabilidad extrema,” dice la coordinadora de MSF en el sur de México, Lucía Samayoa.
Como resultado de estas condiciones, en las últimas semanas se han formado caravanas migrantes, compuestas por cientos de personas, tras más de medio año sin estos movimientos masivos: una se formó el 8 de agosto y otras dos el 1 y el 17 de octubre respectivamente. Los integrantes de las caravanas cubrieron cientos de kilómetros a pie durante varios días, aunque no cumplieron su objetivo de llegar a Ciudad de México.
Esta forma de movilidad colectiva surge como una estrategia de visibilidad y presión ante la imposibilidad de avanzar por vías regulares. Las caravanas permiten a las personas migrantes apoyarse mutuamente y reducir los riesgos de viajar solas como abusos, extorsiones y violencia.
«En Tapachula las oportunidades de empleo son muy limitadas y para casi cualquier trabajo exigen el permiso de residencia, documentos que aún no he podido tramitar por la demora en los procesos,» explica Ricardo Nilo, un cubano de 31 años atendido por MSF al paso de una de esas caravanas por la localidad de Escuintla en Chiapas, a 73 kilómetros de Tapachula.
La también cubana Grisel Hernández, de 25 años, añade: «No hay forma de regularizar mi situación. No hay empleo, y el único trabajo que ofrecen a mujeres es en bares, algo que no me permite mantener a mi hijo con dignidad».
Las personas migrantes también denuncian la venta irregular de boletos y sufrir discriminación en las terminales. «Al intentar comprar un boleto de autobús, me lo negaron o lo vendían a precios abusivos. Como había otras personas en la misma situación, decidimos organizarnos y apoyarnos mutuamente”, dice la hondureña Melissa Ruiz, de 25 años.
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Tapachula acoge hoy a miles de migrantes varados y solicitantes de asilo en condiciones cada vez más precarias.
Foto: Sergio García
