El documental Licham (Morí) aborda la historia de tres mujeres tsotsiles
Karla Gómez NOTICIAS

Ana Ts’uyeb, nacida en Naranjatic Alto, de Chenalhó, Chiapas, es una cineasta y traductora maya-tsotsil, que sostiene la voz de las mujeres que la anteceden, aquellas que usaron pasamontañas y le heredaron como arma, el arte. Comparte su vida, su caminar y estar en el cine, el espacio donde a través de las imágenes y el sonido se dialoga, se cuestiona y cuenta su propia historia.
Con su ópera prima Licham (Morí) ganó el Premio Ojo a Mejor Largometraje Documental Mexicano, en el Festival Internacional de Cine de Morelia 2024, y recientemente el Premio Grand Prix Rigoberta Menchú, en el Festival de Montreal, Canadá.
El documental Licham (Morí) aborda la historia de tres mujeres tsotsiles en diferentes etapas de sus vidas, desde sus entornos cotidianos y la exploración de la ruptura de estereotipos de una comunidad profundamente marcada por los usos y costumbres.
“Muchas veces las mujeres morimos por dar la vida, pero también con estas violencias que vivimos en alguna etapa de nuestra vida, muere una parte de nosotras, muere un sueño. Hay algo que no se habla en la comunidad: la muerte en vida, donde pierdes el sentido de la vida, tus emociones, tus sueños por todas las violencias”, comparte.
Para ella, estos premios representan un logro, y un logro también para la comunidad de realizadores de pueblos originarios.
“Hacer cine contracorriente es lo que hacemos, porque contamos nuestra propia historia desde nuestra narrativa, mirada, filosofía, cosmovisión, lengua y música. Le estamos apostando a una película que va en contracorriente a la industria, porque también producimos con un fondo muy limitado”, menciona la entrevistada.
La licenciada en Comunicación Intercultural refiere que Chiapas está marcado y golpeado históricamente: “Desde 1994, con el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, un levantamiento para defender la vida, el territorio, la dignidad. Hay una generación que sigue en lucha. Nos hemos dado cuenta que las nuevas generaciones estamos tomando el arte, ya sea el cine, la poesía, la literatura, la pintura, la fotografía, la danza, para contar nuestra propia historia.
“Estamos tomando estas herramientas, tomando también la tecnología, ya sea el teléfono o cámaras profesionales, para contar nuestra propia historia. Hay una generación que ya no romantiza su cultura, ni su identidad, sino que habla desde el contexto social, situación social, de su territorio, de la explotación de su territorio.
“Y claro, nuestro cine, no es un cine que tiene un fin lucrativo o de comercialización, sino que es un cine que hacemos para generar consciencia, para visibilizar y también para contar nuestra propia historia en otros territorios. El cine, está rompiendo esas barreras geográficas, donde quizás nuestras abuelas nunca fueron escuchadas porque no hablaban en español, o porque no tuvieron la oportunidad de llegar a otros lugares para contar sus historias. No hago cine para entretener a la gente, o para ser divertido, sino contar la realidad”, menciona.
Ana Ts’uyeb señala que en Chiapas no hay una formación pública o accesible, puesto que toda la formación del cine está centralizada, en Ciudad de México. También reitera que hay pocos espacios para exhibir la película, la historia y el trabajo de los realizadores.
“Y los espacios que hay son iniciativas de los mismos realizadores. Es una necesidad generar estos espacios, invitar al público local de nuestra propia comunidad; porque materiales hay, hablan de diferentes temas: machismo, adicciones, migración y de otras violencias. Hace falta espacios de cine en donde se proyecte nuestro propio trabajo, nuestra propia historia, nuestro propio contexto, para generar reflexión y consciencia, e inspirar a nuevas generaciones, porque hay una niñez con tanta curiosidad viviendo ese contexto”, sostiene.
La entrevistada acota que antes eran objetos de estudios y ahora sujetos de estudios. Por ello, sintió la necesidad de tomar el cine para contar “nuestra propia historia” y defender esas violencias y explotaciones de la imagen como pueblos originarios.
“El hecho de estar acá o tener la oportunidad de una educación, de elegir una carrera profesional, es el fruto de la lucha de muchas mujeres que se pusieron pasamontañas, que tomaron el arma para defender la vida propia y el territorio. Pues soy de otra generación, mi abuela fue la que le tocó esa lucha y a mi mamá también. El movimiento Zapatista no sólo fue un movimiento social o un movimiento políticamente mediático, sino que fue el despertar de las mujeres dentro de su misma comunidad, pero también fue un movimiento social que ya se visualizaba cómo iba a ser la lucha de otras generaciones, donde no está pensado que se tome el arma, sino otras herramientas como el arte”, puntualiza.
FOTO: KARLA GÓMEZ
PIE DE FOTO: Ana Ts’uyeb señala que en Chiapas no hay una formación pública o accesible, puesto que toda la formación del cine está centralizada.
