Karla Gómez NOTICIAS

En la noche de ayer, el espacio de Ex Teresa Arte Actual se llenó de asombro, confusión y risas durante la presentación del «confedrama» Tezcatlipoca 007, a cargo del artista mexicano César Martínez. El evento, parte de su exposición individual La idea y la odisea, atrajo tanto a curiosos como a expertos, quienes asistieron a una conferencia que terminó transformándose en un performance robótico. Lo que comenzó como una reflexión aparentemente académica sobre mitología, ocultismo y cultura pop, pronto se convirtió en una inmersión lúdica que dejó al público con más preguntas que respuestas.
El título del confedrama adelantaba una conexión inesperada: Tezcatlipoca, el dios azteca de la oscuridad y el espejo humeante, el místico John Dee, consejero esotérico de la reina Isabel I, y el famoso espía ficticio James Bond, todos unidos a través de un sorprendente hilo conceptual que desdibujaba las fronteras entre la historia y la imaginación.
Martínez abordó primero la figura de Tezcatlipoca, un dios de la mitología azteca asociado con el destino, la noche y los misterios ocultos. Su nombre, que significa «espejo que humea», hace referencia al espejo de obsidiana que usaba para observar y controlar el mundo, lo que lo convierte en una metáfora primigenia del poder de ver y ser visto. Para Martínez, este espejo humeante no se quedó en el pasado, sino que ha atravesado el tiempo, llegando a influir en figuras clave de la historia occidental.
En este punto, el artista enlazó la narrativa con el enigmático John Dee, el erudito y alquimista inglés que fue consejero de la reina Isabel I. Dee, famoso por su propio espejo negro de obsidiana, que usaba para comunicarse con ángeles, se convirtió en el punto de conexión entre Tezcatlipoca y el Imperio Británico. Martínez explicó cómo Dee no solo ayudó a forjar el concepto del «imperio británico», sino que su firma secreta en cartas oficiales, el código 007, sería años más tarde inmortalizado por Ian Fleming en las novelas de James Bond.
Uno de los puntos más desconcertantes —y a la vez fascinantes— de la exposición de César Martínez fue su comparación entre los antiguos espejos de obsidiana y los dispositivos tecnológicos actuales, como el iPhone o el iPad. Para Martínez, las pantallas oscuras de los teléfonos inteligentes son los «espejos humeantes» de la modernidad. Estos dispositivos, al igual que los espejos de Tezcatlipoca y Dee, permiten a las personas ver todo lo que ocurre en el mundo y, a su vez, ser observadas. «El espejo que lo ve todo», señaló Martínez, es el eje en torno al cual gira nuestra sociedad de la vigilancia y la información.
El artista también reflexionó sobre el tránsito del espejo a través de diferentes culturas: primero en manos de los aztecas, luego arrebatado por los colonizadores españoles, y finalmente adoptado por los británicos. En cada una de estas etapas, el poder del espejo, según Martínez, trajo consigo tragedia y un desvío del destino, sugiriendo que estos artefactos no solo mostraban el futuro, sino que lo moldeaban.
El estilo de César Martínez se mueve entre el humor irónico, la especulación histórica y la crítica cultural. Su discurso evocó tanto a los estudiosos de la historia como a los adeptos del esoterismo y la ciencia ficción. Con un tono que recordaba a un Jacques Bergier moderno, pero con la precisión académica de un Miguel León-Portilla, Martínez desdibujó las líneas entre la realidad y la ficción, jugando con las ideas de que la verdad ya no es tan relevante en un mundo de conspiraciones, tecnología y entretenimiento.

Foto: Karla Gómez
Pie de foto: Humor, esoterismo y crítica cultural.