Nicandro Hernández, junto con dos tamboreros compartieron al público un Ritual Zoque de Agradecimiento

Isabel Nigenda
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En Tuxtla Gutiérrez, cuando cae el sol, la noche extiende sus cuerdas de luces, las cuales aluden la llegada de la navidad con un árbol y un pesebre de yeso, aquellos elementos decembrinos han dado otro aspecto al Parque Central, espacio remodelado que por estas fechas la ciudadanía ve pasar por entre las hileras de rejas blancas las ruedas pequeñas de un tren.
Precisamente, en una de estas noches, en el escenario instalado como parte de la programación del Festival Municipal del Libro, se presentó la noche del 7 de diciembre Nicandro Hernández, quien junto con dos tamboreros y él tocando el carrizo, compartieron con el público las notas vinculadas con la intención de hacer un Ritual Zoque de Agradecimiento.
Al son del tambor y el carrizo los espectadores escucharon algunas melodías festivas que tienen conexión con las ofrendas musicales que se dan en altares, casa u otros espacios dispuestos para agradecer a los santos su ayuda, su protección.
“Sin embargo, en este sitio público tocamos algo que nace de manera espontánea, para así no trastocar las músicas que están dedicadas a los pueblos originarios y que utilizan ciertas melodías para hacer ofrendas. Las ofrendas son ofrendas. Es como tocar el himno nacional en una cantina por lo que yo creo es una falta de respeto”, añadió.
Asimismo, el músico, afirmó que, para esta presentación, él juntó sus acompañantes interpretaron un alabado que no se dedica a ningún santo, contrario a ello, busca cumplir una función, la cual es dedicar cada nota musical a la madre tierra y las deidades zoques que entregan los dones.
Durante la entrevista, Nicandro Hernandez resaltó la importancia de que los tuxtlecos debemos investigar y estudiar las raíces que portan nuestros orígenes, esas historias que solo circulan en la creación de círculos de palabra, las que en otro tiempo, los abuelos de nuestros abuelos se juntaban para hablar del pensamiento que permite ver las señales del universo, las estrellas y los astros que nos indican cuándo sembrar o recoger la cosecha.
En esa misma noche de presentaciones, Nicandro Hernández, tras finalizar con el ritual, contó al público la leyenda de El hombre que se volvía chucho, como el cadejo, ese animal de presencia de nahual, esa raza guerrera que conoce los misterios que van más allá de lo que conocemos como realidad.