Viajan desde Estados Unidos y Canadá hacia México, Centro y Sudamérica
Jhonatan González NOTICIAS

Cada año, al acercarse el otoño, el cielo de Chiapas se convierte en la autopista aérea de cientos de especies de aves migratorias que viajan desde Estados Unidos y Canadá hacia México, Centro y Sudamérica. Este fenómeno natural ya comenzó en las primeras semanas de septiembre y se extenderá hasta mayo, trayendo consigo cerca de 190 especies migratorias, de un total de casi 700 registradas en el estado, según explicó Daniel Pineda Vera, miembro del colectivo Heliomaster.
Estas aves no vienen a reproducirse, sino a alimentarse y refugiarse del invierno del norte, donde las condiciones climáticas se vuelven extremas: días cortos, temperaturas bajas y escasez de alimento. Por ello, buscan en el trópico un ambiente más estable para sobrevivir.
En el continente americano existen cuatro grandes rutas migratorias: del Pacífico, del Centro, del Golfo (o del Misisipi) y del Caribe.
Chiapas es único al tener influencia de las cuatro, lo que lo convierte en un punto estratégico para estas especies, especialmente Tuxtla Gutiérrez y la depresión central, atravesadas por la ruta central.
Entre las especies migratorias más destacadas se encuentran los chipes, pequeños pájaros insectívoros como el chipe de mejillas amarillas (Setophaga chrysoparia), que dependen de hábitats específicos como los bosques de niebla y pino-encino. Sin embargo, otras aves más generalistas pueden encontrarse en ecosistemas tan diversos como playas o montañas.
Además de ser parte de un espectáculo natural, estas aves cumplen funciones ecológicas clave: polinizan plantas nativas como el «cepillo» o «nagelú», dispersan semillas y ayudan al control biológico de insectos, beneficiando tanto a los ecosistemas como a las actividades humanas, incluyendo tradiciones indígenas que dependen de estas plantas.
Pineda Vera advierte que, aunque las ciudades pueden ofrecer refugio, también representan grandes amenazas: la contaminación lumínica desorienta a las aves que migran de noche, mientras que los edificios y ventanales provocan colisiones mortales. A esto se suman peligros como perros y gatos domésticos, alimentos contaminados y pérdida de hábitats naturales por el crecimiento urbano.
Frente a este panorama, es crucial fomentar ciudades más amigables con la biodiversidad, promoviendo el uso de flora nativa, reduciendo la iluminación artificial innecesaria y fomentando la responsabilidad de los dueños de mascotas.
La migración de otoño tiene su pico entre la tercera semana de septiembre y la segunda de octubre, momento en que millones de aves cruzan los cielos chiapanecos, incluso durante la noche. Su regreso al norte comenzará gradualmente entre finales de marzo y mayo.
Más allá de su belleza, estas aves son un compromiso compartido entre naciones. Lo que sucede en el norte del continente afecta lo que ocurre en el sur, y viceversa. Por eso, cuidar a las aves migratorias es también proteger nuestra identidad cultural, nuestra salud ambiental y el equilibrio ecológico de todo el continente.
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Este fenómeno natural ya comenzó en las primeras semanas de septiembre y se extenderá hasta mayo, trayendo consigo cerca de 190 especies migratorias, de un total de casi 700 registradas en el estado.
Foto: Jhonatan González