El arte del telar y el bordado no solo conserva una tradición milenaria, sino que también representa el sustento y la identidad de cientos de familias indígenas

Jhonatan González NOTICIAS

En el corazón de Chiapas, el arte del telar y el bordado no solo conserva una tradición milenaria, sino que también representa el sustento y la identidad de cientos de familias indígenas. María Anastasia, integrante del Colectivo de Mujeres Tejedoras Nich, compartió una mirada profunda sobre la importancia de reconocer el verdadero valor de la artesanía textil, el impacto del regateo y el camino hacia la innovación que ha transformado a su comunidad.
Explicó que uno de los temas más urgentes dentro del colectivo es el precio justo. Durante mucho tiempo, muchas artesanas han vendido sus piezas sin calcular adecuadamente sus costos, considerando únicamente el valor de la materia prima y aumentando unos pocos pesos por mano de obra. “La mayor parte de las artesanas no saben sacar sus costos. Solo piensan: ‘me costó tanto, le subo 20 pesos’ y ya. Pero no toman en cuenta el tiempo, el diseño, el corte, el tejido, el lavado, la costura. Todo eso suma. Y cuando encima hay regateo, prácticamente no ganamos nada”.
El regateo, tan común en las zonas turísticas, representa una forma de desvalorización del trabajo artesanal. “Parece una tradición, pero para nosotras está mal. Nos afecta. Mucha gente no quiere pagar un vestido que llevó 23 días de trabajo y quieren que lo vendamos en mil o dos mil pesos. No ven lo que hay detrás”, denunció.
Ante esta problemática, el colectivo ha comenzado a trabajar en estrategias de formación interna para que las artesanas aprendan a valorar y calcular mejor el costo real de sus productos. También han implementado líneas de productos más accesibles, utilizando telas de fábrica con aplicaciones bordadas o detalles en telar, lo que permite ofrecer opciones más económicas sin perder la esencia cultural.
La historia del Colectivo Nich también es una historia de innovación y ruptura de estereotipos. Fundado originalmente por siete mujeres, fue una de las primeras cooperativas en Zinacantán en integrar a los hombres en el trabajo textil, tradicionalmente reservado a las mujeres. “Yo soy la segunda generación, mis hijos ya son la tercera. Antes, los hombres se dedicaban a la flor o la agricultura, pero con las plagas y la caída del campo, muchos se integraron al textil.
Hoy, la mayoría del colectivo está conformado por hombres”, comentó María con orgullo.
El talento de los hombres ha sorprendido incluso dentro del colectivo. “Diseñan muy bien, seleccionan colores, hacen muy buen trabajo. Al principio sí recibieron burlas, porque decían que el bordado era solo para mujeres, pero han demostrado que tienen talento”.
Actualmente, el colectivo produce una amplia gama de productos: desde ropa de dama y caballero, hasta artículos del hogar como colchas, cojines, caminos de mesa, y también accesorios como carteras, bolsas y zapatos bordados. “Somos quizá la primera cooperativa en hacer calzado artesanal con bordados”, aseguró María.
Las ventas se realizan principalmente de forma presencial en su taller y tienda ubicada en Avenida Juárez, en Zinacantán, aunque también han abierto canales en línea. “Nos costó mucho trabajo vender por internet después de la pandemia, porque la gente no puede tocar, no sabe si le queda. Pero seguimos aprendiendo”.
Han participado en exposiciones nacionales, incluyendo presencia en ciudades como Mérida, Puebla, Guadalajara y el Estado de México, con el fin de expandir su mercado y compartir la riqueza de su herencia cultural.
María concluyó con un llamado a los turistas y consumidores: “Les pedimos que valoren nuestro trabajo. Cada prenda tiene historia, esfuerzo y arte. No regateen, mejor pregunten por la historia detrás del bordado. Así, se llevarán algo mucho más valioso que una simple prenda”.

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María Anastasia, integrante del Colectivo de Mujeres Tejedoras Nich, compartió una mirada profunda sobre la importancia de reconocer el verdadero valor de la artesanía textil.
foto: Jhonatan González