Flores Grajales recordó que Castellanos fue parte del denominado Ciclo de Chiapas

KARLA GÓMEZ NOTICIAS

En el marco de la Cátedra Rosario Castellanos Figueroa, organizado por la Benemérita Universidad Autónoma de Chiapas, la investigadora María Guadalupe Flores Grajales impartió la conferencia La antropología como puente en la obra literaria de Rosario Castellanos.

Flores Grajales, quien se ha dedicado al estudio de las narradoras hispanoamericanas del siglo XX y XXI, especialmente en la manera que construyen su subjetividad en el contexto y tradición mexicana, explicó que la escritora participó entre 1955 y 1958 en el Centro Coordinador tseltal-tsotsil, experiencia que le permitió vincular la literatura con la antropología.

Dijo que este regreso a Chiapas, después de años de estudiar en Ciudad de México, representó un “choque cultural”, que influyó decisivamente en su obra, pues la confrontó con las desigualdades de los indígenas.

Durante su estancia, colaboró con artistas y antropólogos en el teatro guiñol Petul, como Marco Antonio Montero, Carlos Jurado y Ricardo Poza, así como pintores, dramaturgos y antropólogos, lo que amplió su sensibilidad frente a la realidad indígena.

Aunque la antropología no fue su interés principal, Castellanos transformó ese contacto con una mirada literaria humana: “Dice Rosario: nunca intenté redactar un informe de las relaciones impares que veía entre los indígenas y el resto de la sociedad chiapaneca. La indignación que hay en los libros es mía, me la dio haber vivido ahí y formado parte del partido del débil, criticaron mis libros en San Cristóbal, me decían traidora mi clase social, a mi educación de familia decente”.

La investigadora, refirió que, de esta experiencia surge Ciudad Real, libro de 10 cuentos que le otorgó el Premio Villaurrutia en 1961: “En él, Castellanos refleja la explotación, la desigualdad y las tensiones entre el mundo de ladino y el mundo indígena. Sus relatos exploran temas como la opresión económica, la imposición cultural, el peso de la religión y la lengua como herramienta tanto de discriminación como de resistencia”.

Flores Grajales recordó que Castellanos fue parte del denominado Ciclo de Chiapas, clasificado por Joseph Sommers, junto a Eraclio Zepeda, María Lombardo, Marco Antonio Campos, María Lombardo, Ricardo Poza y Ramón Rubín.

“Indagan no solo en el individuo indígena, sino que también recuperan sus mitos, símbolos y desde esa perspectiva revelan una imagen miserable, explotada por la cultura hegemónica y dominante, Por otro lado, en el aspecto literario se destaca en ello, la objetividad del discurso, la importancia de los elementos míticos, la narración desde la psicología de los personajes, y no se dejó de lado la poeticidad y la literariedad (…) Desde su proceso de enunciación ficticio, propone un género híbrido, entre novela testimonial y discurso testimonio, combinación entre la historiografía, la antropología, la etnohistoria y la literatura”, mencionó.

Detalló que, para el caso de Rosario Castellanos en Ciudad Real, su narrativa representa un puente entre el arte literario y la denuncia social, ya que analiza las tensiones culturales, raciales y de género en Chiapas.

“En ese sentido, la obra expone cómo los ladinos, personas no indígenas, frecuentemente mestizas, o criollas, han ejercicio una explotación sistemática, sobre los indígenas en Chiapas”, puntualizó.

FOTO: KARLA GÓMEZ

PIE DE FOTO: Detalló que, para el caso de Rosario Castellanos en Ciudad Real, su narrativa representa un puente entre el arte literario y la denuncia social.